Con la intención de sumarme al diálogo
propuesto por mis amigos de AIPEH, dentro del contexto del Círculo de lectura,
les voy a expresar algunos puntos de vista que me impresionaron con la lectura
de esta interesantísima obra de la escritora y poeta cubana Chely Lima.
La novela
es un bocado literario de gozosa degustación. Se saborea la textura de
un vocabulario preciosista engarzado dentro de una legítima trama de encuadre barroco.
Las imágenes sensoriales: olfativas, sonoras, visuales (Por ejemplo
Celeste:“respiraba el vaho de almidón y picuala machacada que desprendían los
cuerpos de los hombres a cada encontronazo...”), salpican el texto de tal manera que logran
una verosimilitud dentro del estilo Real Maravilloso que soporta—como
rieles de ferrocarril—la filosofía estética de la obra.
Tengo la sensación de que la autora logra
posicionar su estilo dentro de la Estética que condujo a la literatura
caribeña, de la mano del gran maestro Alejo Carpentier ( El reino de este
mundo, 1949) hace sesenta años, a un lugar privilegiado dentro del panorama
internacional. Recordemos la conquista universal que, sumado al Realismo Mágico llevado a su cúspide por
García Márquez (Cien años de soledad, 1967) condujo a la literatura latinoamericana a su
inaplazable reconocimiento. Gracias a esos dos verdaderos genios literarios
publicitados por el llamado Boom de
la literatura latinoamericana las letras hispanoamericanas, llegaron al
tope y tienen hoy la respetabilidad que
merecen.
También tengo la certidumbre de que la novela Isla después del diluvio, recoge y se
regodea con lo característico de la prosa desprejuiciada de su paisano Severo
Sarduy (Cobra, 1972), con la crudeza descriptiva de Guillermo Cabrera Infante
(Tres tristes tigues, 1967) y, por supuesto, con la propuesta global de
convertir en pura IMAGEN, el rostro y la identidad del mestizo
americano, por parte del gran maestro José Lezama Lima ( Paradiso 1966).
Sin embargo, el
barroquismo narrativo de Chely Lima en esta obra es casi más poesía que
narración, como es lo típico del lenguaje barroco. Muy pocos son los diálogos
directos de los contados personajes que, envueltos en un aura sobrenatural
crean dentro de una escenografía fantasmal a la manera de la literatura
fantástica de su paisana Daína Chaviano ( como en Los mundos que amo, 2004) el
típico juego de un espacio—tiempo, mágico y maravilloso. Se nota el dominio de
una preferencia personal que se recrea en los temas mitológicos, de sincretismo
religioso y erotismo visceral en donde se combina con matemática precisión el
refinamiento de un lenguaje, el rococó de algunos ambientes y la crudeza de
narraciones que como polo a tierra sacude al lector para que no olvide que
<<el cuento>>sí es real.
Pero como al analizar o simplemente comentar un
escrito literario no podemos quedarnos en el fenómeno en sí, necesitamos
entonces ubicarlo dentro de las nuevas corrientes del género narrativo en
cuestión. Sólo en este sentido me interesa llamar la atención sobre otros
movimientos estéticos que han surgido después del glorioso momento de la literatura de lo Real maravilloso y del
Realismo mágico. Tales son las tendencias a escribir dentro de los cánones de
la novela histórica y, de manera más amplia, dentro de lo que se conoce como Ficción
histórica. En los años noventa aparece un movimiento llamado McOndo
que impulsa una nueva forma de narrar ajena al pintoresquismo y al folclor, a
lo autóctono y nacional para propugnar por una mirada transnacional y global. En este sentido,
nuestra literatura sigue su camino con narradores más interesados en desligarse
de lo nacional e incursionar en un tipo de narrativa de tópicos universales.
Reconocidos autores como Roberto Bolaño (Los detectives salvajes y 2666) es un
típico ejemplo de esa nueva forma de narrar.
Entendiendo que estas son sólo propuestas
teóricas para desarrollar un diálogo siempre constructivo, debo terminar
afirmando que es muy grato para uno como lector, poder dejarse seducir y
abandonarse a una prosa exquisita y avasalladora, ajena a la realidad o donde
la realidad es el puro lenguaje, pero eso sí, bien lejos de tanto
librito premiado o no, sin calidad alguna y, hastiados de tanto thriller
religioso, de tanta novela negra y hasta de la fatal narco-literatura.
José Díaz-Díaz