Página de la FUNDACIÓN LA CAVERNA.
Auspicia actividades comunitarias, literarias y artísticas para elevar el nivel cultural y el fortalecimiento de los valores hispanoamericanos en los Estados Unidos de América.
A través de su escuela de escritura creativa
coordina la corrección de textos, la edición y publicación de libros; la realización de Seminarios sobre escritura creativa,talleres literarios y clases presenciales y online; presentación de autores.
joserdiazdiaz@gmail.com
“Escribir es una manera de vivir”, decía Gustave Flaubert refiriéndose al compromiso solemne y total del
escritor con su escritura. “El estilo es el hombre” decía Buffon. El estilo es
el autor, su sello personal. Es ese sesgo propio, con todas sus
características: psicológicas, intelectuales y estéticas, vertidas y
sintetizadas en el texto. Es también el universo
literario del autor, pobre o rico, reflejado de manera única y personal en
su libro.
Visto desde la mirada del
lector, El Estilo es ese conjunto de
características que el receptor descubre a través de sus
libros y a quien va a identificar como
especial y único, así confluya en sus contenidos con los mismos tópicos de
otros autores. De la misma manera como un melómano distingue una pieza de
Debussy de una de Brahms sin previamente conocer los títulos de las obras; o
como un amante de la pintura diferencia entre un Renoir y un Monet, con solo un golpe de ojo. No
obstante, lo que debe aparecer ante los ojos del lector es la Historia narrada y no el estilo con el
cual se escribe.
“El estilo es ingrediente esencial, aunque no el único, de la forma
novelesca” dice Vargas Llosa. La única manera de saber si el novelista tiene
éxito o si fracasa en su empresa narrativa es averiguando si, gracias a su
escritura, la ficción vive, se emancipa de su creador y de la realidad real y
se impone al lector como una realidad
soberana.
El estilo, según lo describe
Ángel Zapata en su libro Manual de estilo
literario para narradores, descansa en cuatro pilares que confeccionan su
unicidad: Naturalidad, Visibilidad, Continuidad y Personalidad.
La Naturalidad se
refiere a evitar el estilo artificioso.
A no dejarse llevar por el mero atractivo de las palabras. Evitar la forma de
expresión amanerada y el vocabulario altisonante sin parentesco con la
conversación normal. Escribir bien no es escribir raro. Hay que buscar la
autenticidad. El estilo natural es persuasivo, mientras que el artificioso nos
hace sospechar de la verosimilitud
de la historia. Hay que escribir con aire divagatorio y desvariar porque
escribir es vivir. No fingir. Conseguir fiabilidad. Conseguir una voz de timbre cálido, limpio y
natural sin estridencias, ni alardes, ni deslumbramientos. Así se gana la
confianza del lector. Fingir tramar una fabula es diferente a fabular de
verdad.
Debe prevalecer el estilo
sobrio, conversacional, la temperatura emocional de contenidos directos sobre
la prosa enjoyada de palabras, atenta solo a la textura y el color de las
palabras por encima de la narración misma. La escritura debe pasar a un segundo
plano y utilizarse como herramienta para permitir que el interés recaiga sobre
la historia contada por los personajes. La escritura natural favorece la
necesaria<<inmersión ficcional>> del lector y nos aparta de una
narración sosa, cargada y sin magia. Se debe, pues, narrar con claridad,
contención y síntesis. Utilizar frases cortas. Buscar la empatía del receptor
subrayando situaciones emotivas. Contagiar al lector con el estado de ánimo de
los personajes. La tendencia a escribir en registros que exageren la manera formal, enfática, retórica y
asertiva, van en contravía con la escritura natural.
La Visibilidad se refiere a las cualidades plásticas y sensoriales que debe
caracterizar a una buena prosa narrativa. Debe ser figurativa, visual y
concreta. Dibujar con palabras, detalles, cosas, acciones breves. Debe ser un
muestrario de imágenes. Evitar los conceptos abstractos que dicen pero no muestran. Construir y dibujar un mundo
de personajes, escenarios, objetos y eventos. Poner ante los ojos del
lector el contenido de la historia,
poniendo los personajes en acción. Hay que despertar el apetito por lo visible
y lo concreto. Proyectar la historia en la retina de los lectores. Huir de las
descripciones previsibles porque estas le restan visibilidad al relato.
La Continuidad es el tercer pilar que Zapata considera característico del estilo.El secreto consiste en repetir.
Conquistar la atención del lector e implicarlo. Repetir para captar la atención. Perseguir ylograr un texto ameno. Evitar los
textos pesados y plomizos. No temerle a la Redundancia ni a las Reiteraciones
temáticas (anáforas, catáforas), porque estas constituyen el hilo del discurso,
sustenta la Continuidad. La redundancia es el tronco del texto que es el árbol.
La Personalidad es el cuarto pilar del estilo literario.Se debe evitar la actitud perfeccionista. El escritor con
personalidad escribe desde sí mismo, desde sus vivencias y sus experiencias, desde
su modo de estar en el mundo; desde lo que ha imaginado, lo que ha amado y lo
que ha perdido. Desde lo más auténtico de su ser. El escritor con personalidad
debe descararse y exponerse. Puesto que— como dijera Roberto Bolaño en una
entrevista— ser escritor es un trabajo peligroso. Porque debe hurgar en lo
obscuro y a veces hasta en lo indecible de la condición humana. Tan riesgoso como ya anteriormente lo indicara
Federico Nietzsche cuando advirtió que de tanto mirar al abismo, el escritor podría caer en él. Aún así, habría que “escribir con sangre”.
El narrador chino Guan Moye,
conocido por su seudónimoMo Yan (que
significa en Mandarín “No hables”) ha sido distinguido por la Academia sueca
con el máximo galardón de la Letras: EL Nobel de Literatura. Es el segundo
escritor chino que recibe este premio después de que en el 2000 le fuera
otorgado a su paisano Gao Xingjian, de quien recordamos su novela La montaña del alma.
Un rasgo fundamental que salta a la vista al acercarnos a la
escritura de Mo Yan es el de su carácter Nacional,
puesto que la temática, personajes y ambientación que desarrolla en la mayoría
de sus novelas giran alrededor de tópicos regionales que recuperan y honran
elementos característicos de la economía y agricultura de su país, de los hábitos
y costumbres de sus gentes; de los ritos y tradiciones del alma del pueblo chino—hombres y mujeres, guerreros
y campesinos con sus sentimientos
atávicos y centenarios de la china
profunda—; y de la relación visceral y ancestral que mantienen con su nación.
También
confluyen en la creación de ese centro conceptual, la reiteración de tramas que
tienen que ver con la organización social y lucha de clases sociales, con la historia
de su patria en el siglo XX ( y las permanentes referencias a la antigua), amén
de enaltecer las gestas de su antepasados pero también de criticar a sus líderes, a veces de manera velada y metafórica y
otras veces de manera directa, por las injusticias de que han sido objeto su población
en décadas recientes y en tiempos pasados.
Traigo a cuento lo de la unidad temática centrada en <<lo
nacional>> como rasgo de la escritura de este autor nacido en 1956, por el evidente
contraste con la tendencia, al menos en Hispanoamérica, de alejarse de lo
regional y nacional para escribir una literatura más bien transnacional y de
pretensiones universales. Pienso, por ejemplo en el reconocido narrador chileno
Roberto Bolaño quien optó por escenarios alejados de su país, al menos en sus
dos grandes obras: “Losdetectives salvajes”, ambientada en
México y “2666”, con escenografías en
Europa y parte de México. Pienso también en el mexicano Jorge Volpi, quien en
la mayoría de sus novelas desde su trilogía En
busca de Klingsor, El fin de la locura y No será la tierra; hasta su nueva novela
La tejedora sombras, en las cuales se
aleja de los temas nacionales de su país, abrazando más bien el Ensayo, la Poesía
y la búsqueda de un sentidouniversal de la Historia. Vargas Llosa
puede ser otro ejemplo en donde el grueso de su temática literaria (tal vez a excepción
de Conversaciones en la catedral)
busca trascender los linderos de lo nacional peruano. Sin embargo, hay autores
muy vigentes, por cierto, y grandes maestro de la narrativa contemporánea como el
estadounidense Philip Roth quien mantiene su unidad de escritura en el tópico de la nacional. En este caso, el eje
de la estructura semántica es el de
la búsqueda de la identidad de las nuevas generaciones de su país a través de
temas que van desde las migraciones(enfatizando en la judía) y valores
fundacionales, hasta las vanguardias culturales, los temas sobre la muerte la
vejez, e l erotismo y el sentido de la
vida en el hombre postmoderno en USA.
Pero, disculpen esta
digresión y volvamos con Mo Yan. Este <<Kafka chino>>, como lo tildan
algunos por su manera de asumir su escritura porque recrea un mundo que se
bambolea entre lo absurdo, lo inverosímil y lo real; o como dijera John Updike
“escritor de metáforas abundantes e hiperactivas”, en su manera de narrar se
encuentra muy cerca de una forma literaria
familiar para nosotros como lo es el Realismo mágico, llevado a su cima por el también
premio Nobel, el colombiano Gabriel García Márquez.
En las obras de Mo Yan se
respira, como lo señalan por unanimidad los Críticos literarios, el aroma de lo
real maravilloso con todos sus elementos característicos de ficción histórica,
con sus planos de realidad y fantasía, elementos mágico-fantásticos percibidos
como parte de la normalidad, presencia
de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad, multiplicidad de
narradores, tiempo cíclico en donde los personajes se ubican en los niveles más
duros y crudos de la pobreza y
marginalidad social. En fin, donde la
concepción mágica y mítica se hace presente en la visión del mundo y La ruptura
de planos temporales, la transformación de lo común y cotidiano en vivencias
que incluyen experiencias sobrenaturales y fantásticas, hacen que la narrativa
de este nuevo Nobel, no nos sea del todo ajena. El mismo Mo Yan reconoció públicamente la gran influencia de de García Márquez en
sus escritos. Al igual que el Gabo, alimenta su universo literario de sus
recuerdos de infancia y adolescencia y de los relatos de transmisión oral
contados por sus padres, abuelos y bisabuelos. También reconoce la influencia
de Tolstoy y Faulkner. Por supuesto, abraza y acepta la influencia de la literatura clásica china. En entrevista
concedida en el 2008 a Casa Asia expresó:
“En cuanto a la influencia de García-Márquez,
"Cien años de soledad" me abrió los ojos porque vi que en mi infancia
había elementos tan ricos como los de esta novela y aprovechables. Pero a pesar
de recibir influencias de escritores occidentales, mi tesoro ha sido mi
infancia y mi adolescencia. Yo leí muy pocos libros en mi juventud, era muy
pobre y vivía en el campo, pero tenía un montón de historias en la cabeza que
me habían transmitido oralmente. El toque mágico de estas historias me influyó
y es habitual en mis obras”.
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Mo Yan creció en Gaomi en la
provincia de Shandong en el noreste de China. Sus padres eran campesinos.
Durante la Revolución cultural dejó
la escuela a los doce años y empezó a trabajar en la agricultura, y más tarde
en una fábrica. En 1976 se enroló en el Ejército Popular de Liberación y fue
durante esa época cuando empezó a estudiar literatura y a escribir sus propios
relatos. Su primer cuento se publicó en una revista literaria en 1981. El éxito
llegó unos años más tarde con la novela corta Touming de hong luobo
(1986, en francés Le radis de cristal 1993). Es un autor prolífico de novelas
extensas, de más de 800 páginas, que a veces escribe de manera compulsiva como Grandes pechos, grandes caderas que la escribió en 25 días. Es un autor que vive de
la escritura en Pekin, y que no ha dejado de cuestionar a su país. Critica la
actual China, sin por ello estar encarcelado.Su última obra publicada en España Rana —animal que simboliza la fertilidad—reprueba la actual
política de planificación familiar del hijo único. A continuación leamos un
fragmento de RANA:
“Estimado señor,
yo fui el segundo niño que nació en manos de mi tía. Cuando mi madre se puso de
parto, mi abuela se preparó según las tradiciones antiguas: se lavó las manos,
encendió tres inciensos y los colocó delante de los tableros conmemorativos de
los antepasados de la familia, se arrodilló e hizo tres reverencias. Luego,
echó a todos los hombres fuera de la habitación. No fue la primera vez que mi
madre daba a luz a un niño. Tengo dos hermanos y una hermana. Sin embargo, mi
madre le dijo a mi abuela:
—Madre, me siento muy mal, esta vez no
es como las otras. Mi abuela la ignoró y le dijo: — ¿Cómo va a ser diferente?
¿Vas a parir un dragón? El presentimiento de mi madre era correcto. Mis
hermanos salieron de cabeza, en cambio, en mi caso, primero salió una pierna.
Cuando mi abuela la vio se asustó, porque en nuestro pueblo había un dicho: «Si
primero sale la pierna vendrá un fantasma a cobrarse lo que es suyo». ¿Por qué
un fantasma? ¿Qué era lo que se cobraría? Lo que ese dicho significaba era que
si una familia, en la última transmigración de su alma, tenía deudas, el deudor
se convertiría en un fantasma y se reencarnaría en ese niño para causar
sufrimientos a la mujer. Por suerte, podía morir solo el niño, aunque la mujer
también podía morir junto con él. Si el niño no moría en el parto, tal vez
creciese y en el futuro, llegado a una cierta edad, moriría para causar daños
sentimentales y materiales a la familia. Mi abuela fingió estar tranquila y
dijo:
—«Si sale la pierna, es que es un
perneador; correrá y ascenderá en su trabajo». No tengas miedo, tengo la solución.
—Salió al patio y cogió un bacín de bronce. Lo posó al lado de la cama y le dio
golpes con el rodillo, lo que produjo un fuerte ruido: ¡dang, dang, dang!…
Mientras lo golpeaba, gritó—: Sal, sal, niñito pajarito, sal de tu nidito.
Tengo comida preparada, ya ha llegado la hora… Mi madre percibió la gravedad de
la situación, así que dio golpes en la ventana con el plumero que tenía junto a
la cama para llamar la atención de mi hermana, que estaba esperando en el patio:
—Man, ¡llama a la tía! Mi hermana, que era muy inteligente, corrió a la oficina
del comité del pueblo. Yuan Lian la ayudó a desenrollar el cable del teléfono
para conectar con el hospital del distrito. Aquel viejo teléfono lo guardo
ahora entre mis objetos preferidos, porque me salvó la vida. Nací el 6 de junio
del calendario lunar, día en el que el río Jiao se desbordó. El puente estaba
completamente inundado, pero entre ola y ola se podía intuir por dónde pasaba
el camino. El vagabundo Du Bozi fue testigo de la escena: mi tía cruzó el río a
toda prisa en bicicleta entre olas de un metro de altura. La corriente era tan
fuerte que si mi tía se hubiese caído al río, señor, ahora no estaría viva. Mi
tía entró en nuestra casa totalmente mojada. Mi madre me dijo que cuando la vio
se tranquilizó de golpe. Cuando entró, echó a mi abuela a un lado de la cama y
dijo con ironía: —Mi querida tía, con tanto ruido, ¿cómo se va a atrever a
salir? Mi abuela se defendió: —A los niños les encanta el bullicio. ¿Cómo no va
a salir con todos estos golpazos? Cuando hoy en día mi tía cuenta la historia
de aquella noche dice que me tuvo que sacar como si fuera un nabo que arrancase
de la tierra. Sé que es una broma”.
Sorgo rojo, publicada en 1987 es quizás su novela más conocida dado
que fue llevada al cine con dirección de Zham Yimou la cual obtuvo el premio
Oso de Oro en Berlín durante el festival de 1988. La ambientación está centrada
en la región de Shandong mayor productora de Sorgo de toda la nación china, donde, recuérdese, nació el escritor.
El relato transcurre en el marco de la guerra anti-japonesa narrando las
dificultades de los campesinos, su amor, su valentía su lealtad, placeres
viscerales y dificultades existenciales.
La novela Grandes pechos, amplias
caderas, publicada en 1996 cuenta la historia de China de los últimos cien
años desde la caída de la dinastía Ming hasta 1990, a través de un personaje
central, una mujer de nombre Shangguan Lu, Quien se las ingenia para construir
una familia de ocho hijas y un hijo, de diferentes padres, ya que
su esposo era estéril. El hijo varón de nombre Jintong será el narrador de la historia. Es un
canto a la supervivencia, pero no
con un tono grandilocuente, trágico o melancólico, sino divertido e hilarante donde
lo cómico surge de lo grotesco y lo absurdo de la vida. Dantesca, poética y
divertida. Constituye un homenaje del autor a la mujer, a la maternidad, a la feminidad
como principio de vida; a su valor y coraje para solventar las grandes
dificultades.
Otras novelas de Mo Ya son: Las
baladas del ajo, El rábano
transparente, La república del vino,
y La viday la muerte me están desgastando.
Este último relato de más de setecientas páginas es una novela-río donde el
imaginario chino, lleno de imágenes prodigiosas llega al tope. Alli MoYan se
convierte en personaje lo que le imprime un carácter a veces surrealista, a
veces hiperrealista a la narrativa, amén de un sabor autobiográfico. Se
despliega el telón de las transmigraciones
de las almas y de la regresión cuando
convierte a su protagonista central, el terrateniente Ximen Nao— condenado a la
pena de muerte—, en un burro, cerdo, buey, perro y mono. Contiene los ingredientes de la tradición
narrativa china admirablemente mezclado con la tradición occidental. Humor, sátira
y bonhomía narrativa. Está plagado de anécdotas
que continuamente se desvían del caudal central para regresar a él como
afluentes cargados de agua nueva.
Una de las ventajas de los premios literarios y, en este caso el de los
Nobel, es que revelan nombres de escritores que por diversas razones nos son
desconocidos. Entonces, al entrar en contacto con ellos se abren espacios insospechados, frescos y
novedosos, cargados de imaginería literaria
que nos expanden el horizonte en el que es imposible no recaer en el
deslumbramiento y la seducción de una
historia bien narrada. Y nos nutren y nos mantienen vigente la capacidad de
asombro. Tal es el caso del escritor chino Mo Yan.
A continuación, el capítulo 22 de la novela
El último romántico, leída y
comentada por el autor en la presentación en el Consulado de Colombia en Miami.
22. Los hongos
festivos
Entre unas cosas y otras, y
volviendo al asunto del proyecto personal del poeta, la escritura de la novela
crecía pero no con la rapidez que él pretendía. De todos modos ya había
alcanzado los 196 folios, que no es poca tinta derramada en el blanco de la
imaginación. Durante uno de eso fines de semana largos - que suelen ser
frecuentes-, en uno de esos “puentes laborales” donde el grueso de la población
aprovecha para desplazarse a la provincia e ir a visitar a sus parientes, un
amigo de G.A., Rafael, lector empedernido y especializado en los relatos de
viajes y excursiones exóticas, lo invitó junto con dos amigos también viciosos
lectores de historia grecorromana y literatura medieval para acampar a orillas
del río La Miel a dos horas de la capital vía Girardot donde según comentaban
viajeros experimentados, crecían de manera silvestre unos hongos inmensos,
multicolores y alucinógenos que inducían a unos viajes psicodélicos
fenomenales. En el río se podían zambullir y nadar pues el agua no era muy fría ni la
corriente peligrosa, tampoco era demasiado profunda, en fin que había parajes
solitarios en los cuales era fácil montar la carpa, prender un pequeño fogón
para cocinar los pescados que lograran atrapar. Llevarían también una hamaca
para colgar entre los sauzales que abundaban en esa zona.
Todo fue decirlo y el
siguiente viernes en la tarde ya estaban los cinco montados en el jeep de Rafa
que los llevaría hasta el paraíso perdido. También los acompañaba Mara, una
amiga de Juan José, el menor de todo el grupo, que se había sumado al paseo a
última hora. Después de descender las dos horas de carretera, de curvas de
nunca acabar, ya estaban saboreando ese viento tibio que golpeaba sus ropas y una
temperatura súper agradable que por sí sola obraba el milagro de lanzarlos a
una dimensión de sutil encuentro con esa naturaleza indomeñable pero a la vez
acogedora y complaciente. Entre claro y oscuro lograron escoger el idílico
paraje donde acamparon bajo sauces que bailaban pausados al compás de la brisa
montañera y el rumor del agua desplazándose con la imagen de la luna llena que
se clavaba sobre su piel y las voces de los contertulios que gozaban las horas
celebrando la juventud al calor también de una fogata que consumía sus sombras
y que las acercaba y las alejaba en la ebriedad total de la noche que los
contenía. Ante el impacto de ese bucólico paisaje, la búsqueda de los hongos
bien podía esperar para el día siguiente.
Durmieron hasta bien entrada
la mañana del sábado, Mara enfundada en su sleeper parecía una muñeca de
juguete de tamaño natural. Hasta que los rayos del sol los levantó y luego de
desperezarse, al agua todo el mundo. El río La Miel en ese lugar era como una
piscina mediana, una hondonada de mínimo desnivel y plano el fondo donde
caminaban desnudos mis amigos. Nadaban, reían, se lanzaban agua con las manos,
chapoteaban, se empujaban y cuidaban a Mara quien era como un ángel para ellos,
la muy inocente, la muy casta también en cueros, con su mirada siempre dulce,
perdida y pura, total, una criatura sin vicios ni malicia, jugando con ellos
como si no existiera ninguna diferencia entre sus cuerpos. Mara sin pecado, ni
desasosiego, Mara más allá del bien y del mal. Mara con senos de púber y
cabellos blondos — Ráscame la espalda que me picó un bichito—, le decía Juan
José. Y todo era prístino y transparente, como la infancia del mundo, como la
niñez de la raza antes de inventarse la culpa. Después de los emparedados del
almuerzo y de la siesta obligada, vino la búsqueda del tesoro escondido, los
hongos multicolores. Comenzaron explorando río abajo y muy cerca del campamento
ya hallaron indicios de su presencia. Primero unas flores pequeñísimas, luego
unas abejas revoloteando y por último, resguardados sobre la maleza aparecieron
a ras de tierra, los sombreritos. Primero uno, dos y luego docenas de ellos.
Con cuidado los fueron arrancando de sus raíces, lucían endebles, como pitufos
mudos e inofensivos. Los fueron colocando sobre una bandeja grande y regresaron
con el botín felices porque el banquete comenzaba de inmediato.
Rafa, quien oficiaba de
chamán, no porque dominara las artes y códigos del trance, sino porque era el
único que había tenido una experiencia iniciática anterior con la ingesta de
hongos alucinógenos. Los convocó a que se sentaran en círculo y con la bandeja
en el centro de ellos les ofrendó seis sombreritos a cada uno pero antes de
precipitarse sobre el banquete les habló con cierta ceremoniosa actitud sobre
el significado de la vianda:
“Hay un triple objetivo en
esta cena sagrada que ahora comenzamos, queridos muchachos y que lograremos
alcanzar con esta comilona— les dijo con tono sacerdotal—”. Y sin más
preámbulos los enumeró:
1— Fortalecemos nuestros lazos de unión,
de camaradería, de compinchería, y de
amistad. Este es un obsequio de la madre natura para nuestro
acercamiento y mejor comprensión como seres humanos.
2— Es un derroche de emoción e hilarante
paseo por los pasillos secretos de nuestros sentidos y nuestra mente, que
fluirán libres. Estado que se agota y se explica en sí mismo, al pasar el
efecto del desdoblamiento, y que culmina con la experiencia vivida y,
3— Es un medio para alcanzar estados
extra sensoriales, lúdicos y psicodélicos, que nos permiten elevarnos sobre
nuestra actitud mental ordinaria, desdoblarnos para conocer los misterios de
nuestro yo interior y navegar mundos del inconsciente vetados a la razón y a la
lógica. Este tercer objetivo—explicó— era sin duda el que pretendían nuestros
antepasados para integrarlo como parte de sus rituales y fiestas sagradas,
donde, gracias a la interiorización profunda que conseguían con el consumo de
estos hongos milagrosos, afloraban los lazos de cohesión entre la conciencia,
la existencia y el cosmos... era, para ser precisos, un símbolo de afirmación a
la vida”.
Sin más preparación teórica
iniciaron la cena. Se miraban unos a otros con curiosidad, con expectación, con
hilaridad. El poeta consumió los seis sombreritos con asombrosa rapidez, estaba
excitado por saber qué sensaciones le iban a producir. No sospechaba que
llevaría la peor parte o la mejor tal vez. Las distorsiones perceptivas no se
hicieron esperar. Sintió su cerebro como una masa acuosa y maleable. Sus sesos
se ablandaban adquiriendo la forma de objetos extraños pero hermosos. Todo
ruido se convertía en sonido. Todo sonido en música. El desplazamiento del
viento hería sus oídos como si se tratara del paso de un tren. De un tren que
se deslizaba lento pero inalcanzable. De las ventanas del tren rostros felices
saludaban con las manos o mejor, se despedían agitando las manos. Gerardo
Antonio estiraba las suyas respondiendo a las despedidas y la punta de sus
dedos alcanzaban a acariciar las puntas de los dedos de las manos que se
despedían y su garganta se cerraba de emoción y tristeza por la ausencia
inminente de esos rostros felices que iban desapareciendo llevándose consigo su
afecto. El cielo, de un intenso color rojizo parecía desplomarse sobre su
cabeza y él alargaba sus brazos para tomarlo, confundiéndolo con un trozo de arcoíris.
Sus fosas nasales se ensancharon para secuestrar el olor real de los sauces y
de las flores silvestres. Aspiró con sus pulmones ensanchados el olor a tierra
húmeda. Del fondo de su estómago surgía en oleadas un incontenible llanto
imposible de acallar. Lloraba y reía, reía y lloraba. “Me ha penetrado la
felicidad” Pensaba, sentía y veía. Y la felicidad estaba en todas partes y en
ninguna.
En efecto mientras a sus
compañeros, incluyendo a Mara los tornó risueños y saltarines, bailarines unas
veces, meditativos otras, dos de ellos Juan José y Rafa vomitaron. Mara se orinó
mientras cantaba. Rodríguez se vació en los pantalones a la vez que lanzaba
alabanzas al Creador. Todos a pesar de todo se sintieron instrumentos
magnificentes de la creación que filtraban a través de sus sentidos abiertos el
esplendor sideral y la vibración cósmica que los poseía. Mi ahijado, por ser el
más fantasioso e imaginativo de todos, fue violentado con mayor fuerza en el
efecto catártico de las mágicas plantas. La expansión de su psiquismo sin
sujeción alguna lo empujó a experimentar sensaciones combinadas de pánico y
éxtasis mientras deambulaba más allá de las fronteras del yo. Un viaje un poco
incómodo. Sin embargo, cuando digo que llevó la peor parte, me refiero a ese flash
back que lo indujo a revivir sus tres experiencias anteriores con la
pelona. Un desbloqueo de esos recuerdos reprimidos que lo concitó a vivirlas de
nuevo, como si en esta cuarta muerte se fusionaran las tres anteriores. Con
angustia al comienzo pero con absoluta serenidad después, al entrar en el túnel
astral de la blancura total, al reencontrarse con su madre y con Luciano y al
prometerle a los muchachos que les contaría <<qué hay después de la vida>>,
si era que lo ayudaban a salir pronto de ese trance donde todo sucedía en
cámara lenta.
Ya entrada la noche del
sábado, durmieron a moco tendido la tremenda cruda que fue más pesada que un
guayabo después de una borrachera con vino tinto. El domingo en la tarde, y el
lunes hasta el mediodía, antes del retorno, volvieron a zambullirse en las
límpidas aguas del río La Miel, desnudos y con una sensación de limpieza por
fuera y por dentro como nunca la habían sentido; con una liviandad de ánimo
rayana en la santidad, parecían orates poseídos por dioses desconocidos, salmodiando
himnos magnificentes, mientras se lanzaban agua a sus rostros felices, con las
palmas de sus manos. Mara reía, suspiraba y gemía a la vez, dulcificando con su
expresión angelical el golpeteo rítmico de los sauces sobre la piel del agua.
La caña de pescar y los anzuelos se quedaron sin usar esperando en los
morrales, una nueva oportunidad para probar suerte.