El narrador chino Guan Moye,
conocido por su seudónimo Mo Yan (que
significa en Mandarín “No hables”) ha sido distinguido por la Academia sueca
con el máximo galardón de la Letras: EL Nobel de Literatura. Es el segundo
escritor chino que recibe este premio después de que en el 2000 le fuera
otorgado a su paisano Gao Xingjian, de quien recordamos su novela La montaña del alma.
Un rasgo fundamental que salta a la vista al acercarnos a la
escritura de Mo Yan es el de su carácter Nacional,
puesto que la temática, personajes y ambientación que desarrolla en la mayoría
de sus novelas giran alrededor de tópicos regionales que recuperan y honran
elementos característicos de la economía y agricultura de su país, de los hábitos
y costumbres de sus gentes; de los ritos y tradiciones del alma del pueblo chino—hombres y mujeres, guerreros
y campesinos con sus sentimientos
atávicos y centenarios de la china
profunda—; y de la relación visceral y ancestral que mantienen con su nación.
También
confluyen en la creación de ese centro conceptual, la reiteración de tramas que
tienen que ver con la organización social y lucha de clases sociales, con la historia
de su patria en el siglo XX ( y las permanentes referencias a la antigua), amén
de enaltecer las gestas de su antepasados pero también de criticar a sus líderes, a veces de manera velada y metafórica y
otras veces de manera directa, por las injusticias de que han sido objeto su población
en décadas recientes y en tiempos pasados.
Traigo a cuento lo de la unidad temática centrada en <<lo
nacional>> como rasgo de la escritura de este autor nacido en 1956, por el evidente
contraste con la tendencia, al menos en Hispanoamérica, de alejarse de lo
regional y nacional para escribir una literatura más bien transnacional y de
pretensiones universales. Pienso, por ejemplo en el reconocido narrador chileno
Roberto Bolaño quien optó por escenarios alejados de su país, al menos en sus
dos grandes obras: “Los detectives salvajes”, ambientada en
México y “2666”, con escenografías en
Europa y parte de México. Pienso también en el mexicano Jorge Volpi, quien en
la mayoría de sus novelas desde su trilogía En
busca de Klingsor, El fin de la locura y No será la tierra; hasta su nueva novela
La tejedora sombras, en las cuales se
aleja de los temas nacionales de su país, abrazando más bien el Ensayo, la Poesía
y la búsqueda de un sentido universal de la Historia. Vargas Llosa
puede ser otro ejemplo en donde el grueso de su temática literaria (tal vez a excepción
de Conversaciones en la catedral)
busca trascender los linderos de lo nacional peruano. Sin embargo, hay autores
muy vigentes, por cierto, y grandes maestro de la narrativa contemporánea como el
estadounidense Philip Roth quien mantiene su unidad de escritura en el tópico de la nacional. En este caso, el eje
de la estructura semántica es el de
la búsqueda de la identidad de las nuevas generaciones de su país a través de
temas que van desde las migraciones(enfatizando en la judía) y valores
fundacionales, hasta las vanguardias culturales, los temas sobre la muerte la
vejez, e l erotismo y el sentido de la
vida en el hombre postmoderno en USA.
Pero, disculpen esta
digresión y volvamos con Mo Yan. Este <<Kafka chino>>, como lo tildan
algunos por su manera de asumir su escritura porque recrea un mundo que se
bambolea entre lo absurdo, lo inverosímil y lo real; o como dijera John Updike
“escritor de metáforas abundantes e hiperactivas”, en su manera de narrar se
encuentra muy cerca de una forma literaria
familiar para nosotros como lo es el Realismo mágico, llevado a su cima por el también
premio Nobel, el colombiano Gabriel García Márquez.
En las obras de Mo Yan se
respira, como lo señalan por unanimidad los Críticos literarios, el aroma de lo
real maravilloso con todos sus elementos característicos de ficción histórica,
con sus planos de realidad y fantasía, elementos mágico-fantásticos percibidos
como parte de la normalidad, presencia
de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad, multiplicidad de
narradores, tiempo cíclico en donde los personajes se ubican en los niveles más
duros y crudos de la pobreza y
marginalidad social. En fin, donde la
concepción mágica y mítica se hace presente en la visión del mundo y La ruptura
de planos temporales, la transformación de lo común y cotidiano en vivencias
que incluyen experiencias sobrenaturales y fantásticas, hacen que la narrativa
de este nuevo Nobel, no nos sea del todo ajena. El mismo Mo Yan reconoció públicamente la gran influencia de de García Márquez en
sus escritos. Al igual que el Gabo, alimenta su universo literario de sus
recuerdos de infancia y adolescencia y de los relatos de transmisión oral
contados por sus padres, abuelos y bisabuelos. También reconoce la influencia
de Tolstoy y Faulkner. Por supuesto, abraza y acepta la influencia de la literatura clásica china. En entrevista
concedida en el 2008 a Casa Asia expresó:
“En cuanto a la influencia de García-Márquez,
"Cien años de soledad" me abrió los ojos porque vi que en mi infancia
había elementos tan ricos como los de esta novela y aprovechables. Pero a pesar
de recibir influencias de escritores occidentales, mi tesoro ha sido mi
infancia y mi adolescencia. Yo leí muy pocos libros en mi juventud, era muy
pobre y vivía en el campo, pero tenía un montón de historias en la cabeza que
me habían transmitido oralmente. El toque mágico de estas historias me influyó
y es habitual en mis obras”.
Mo Yan creció en Gaomi en la
provincia de Shandong en el noreste de China. Sus padres eran campesinos.
Durante la Revolución cultural dejó
la escuela a los doce años y empezó a trabajar en la agricultura, y más tarde
en una fábrica. En 1976 se enroló en el Ejército Popular de Liberación y fue
durante esa época cuando empezó a estudiar literatura y a escribir sus propios
relatos. Su primer cuento se publicó en una revista literaria en 1981. El éxito
llegó unos años más tarde con la novela corta Touming de hong luobo
(1986, en francés Le radis de cristal 1993). Es un autor prolífico de novelas
extensas, de más de 800 páginas, que a veces escribe de manera compulsiva como Grandes pechos, grandes caderas que la escribió en 25 días. Es un autor que vive de
la escritura en Pekin, y que no ha dejado de cuestionar a su país. Critica la
actual China, sin por ello estar encarcelado. Su última obra publicada en España Rana —animal que simboliza la fertilidad—reprueba la actual
política de planificación familiar del hijo único. A continuación leamos un
fragmento de RANA:
“Estimado señor,
yo fui el segundo niño que nació en manos de mi tía. Cuando mi madre se puso de
parto, mi abuela se preparó según las tradiciones antiguas: se lavó las manos,
encendió tres inciensos y los colocó delante de los tableros conmemorativos de
los antepasados de la familia, se arrodilló e hizo tres reverencias. Luego,
echó a todos los hombres fuera de la habitación. No fue la primera vez que mi
madre daba a luz a un niño. Tengo dos hermanos y una hermana. Sin embargo, mi
madre le dijo a mi abuela:
—Madre, me siento muy mal, esta vez no
es como las otras. Mi abuela la ignoró y le dijo: — ¿Cómo va a ser diferente?
¿Vas a parir un dragón? El presentimiento de mi madre era correcto. Mis
hermanos salieron de cabeza, en cambio, en mi caso, primero salió una pierna.
Cuando mi abuela la vio se asustó, porque en nuestro pueblo había un dicho: «Si
primero sale la pierna vendrá un fantasma a cobrarse lo que es suyo». ¿Por qué
un fantasma? ¿Qué era lo que se cobraría? Lo que ese dicho significaba era que
si una familia, en la última transmigración de su alma, tenía deudas, el deudor
se convertiría en un fantasma y se reencarnaría en ese niño para causar
sufrimientos a la mujer. Por suerte, podía morir solo el niño, aunque la mujer
también podía morir junto con él. Si el niño no moría en el parto, tal vez
creciese y en el futuro, llegado a una cierta edad, moriría para causar daños
sentimentales y materiales a la familia. Mi abuela fingió estar tranquila y
dijo:
—«Si sale la pierna, es que es un
perneador; correrá y ascenderá en su trabajo». No tengas miedo, tengo la solución.
—Salió al patio y cogió un bacín de bronce. Lo posó al lado de la cama y le dio
golpes con el rodillo, lo que produjo un fuerte ruido: ¡dang, dang, dang!…
Mientras lo golpeaba, gritó—: Sal, sal, niñito pajarito, sal de tu nidito.
Tengo comida preparada, ya ha llegado la hora… Mi madre percibió la gravedad de
la situación, así que dio golpes en la ventana con el plumero que tenía junto a
la cama para llamar la atención de mi hermana, que estaba esperando en el patio:
—Man, ¡llama a la tía! Mi hermana, que era muy inteligente, corrió a la oficina
del comité del pueblo. Yuan Lian la ayudó a desenrollar el cable del teléfono
para conectar con el hospital del distrito. Aquel viejo teléfono lo guardo
ahora entre mis objetos preferidos, porque me salvó la vida. Nací el 6 de junio
del calendario lunar, día en el que el río Jiao se desbordó. El puente estaba
completamente inundado, pero entre ola y ola se podía intuir por dónde pasaba
el camino. El vagabundo Du Bozi fue testigo de la escena: mi tía cruzó el río a
toda prisa en bicicleta entre olas de un metro de altura. La corriente era tan
fuerte que si mi tía se hubiese caído al río, señor, ahora no estaría viva. Mi
tía entró en nuestra casa totalmente mojada. Mi madre me dijo que cuando la vio
se tranquilizó de golpe. Cuando entró, echó a mi abuela a un lado de la cama y
dijo con ironía: —Mi querida tía, con tanto ruido, ¿cómo se va a atrever a
salir? Mi abuela se defendió: —A los niños les encanta el bullicio. ¿Cómo no va
a salir con todos estos golpazos? Cuando hoy en día mi tía cuenta la historia
de aquella noche dice que me tuvo que sacar como si fuera un nabo que arrancase
de la tierra. Sé que es una broma”.
Sorgo rojo, publicada en 1987 es quizás su novela más conocida dado
que fue llevada al cine con dirección de Zham Yimou la cual obtuvo el premio
Oso de Oro en Berlín durante el festival de 1988. La ambientación está centrada
en la región de Shandong mayor productora de Sorgo de toda la nación china, donde, recuérdese, nació el escritor.
El relato transcurre en el marco de la guerra anti-japonesa narrando las
dificultades de los campesinos, su amor, su valentía su lealtad, placeres
viscerales y dificultades existenciales.
La novela Grandes pechos, amplias
caderas, publicada en 1996 cuenta la historia de China de los últimos cien
años desde la caída de la dinastía Ming hasta 1990, a través de un personaje
central, una mujer de nombre Shangguan Lu, Quien se las ingenia para construir
una familia de ocho hijas y un hijo, de diferentes padres, ya que
su esposo era estéril. El hijo varón de nombre Jintong será el narrador de la historia. Es un
canto a la supervivencia, pero no
con un tono grandilocuente, trágico o melancólico, sino divertido e hilarante donde
lo cómico surge de lo grotesco y lo absurdo de la vida. Dantesca, poética y
divertida. Constituye un homenaje del autor a la mujer, a la maternidad, a la feminidad
como principio de vida; a su valor y coraje para solventar las grandes
dificultades.
Otras novelas de Mo Ya son: Las
baladas del ajo, El rábano
transparente, La república del vino,
y La vida y la muerte me están desgastando.
Este último relato de más de setecientas páginas es una novela-río donde el
imaginario chino, lleno de imágenes prodigiosas llega al tope. Alli MoYan se
convierte en personaje lo que le imprime un carácter a veces surrealista, a
veces hiperrealista a la narrativa, amén de un sabor autobiográfico. Se
despliega el telón de las transmigraciones
de las almas y de la regresión cuando
convierte a su protagonista central, el terrateniente Ximen Nao— condenado a la
pena de muerte—, en un burro, cerdo, buey, perro y mono. Contiene los ingredientes de la tradición
narrativa china admirablemente mezclado con la tradición occidental. Humor, sátira
y bonhomía narrativa. Está plagado de anécdotas
que continuamente se desvían del caudal central para regresar a él como
afluentes cargados de agua nueva.
Una de las ventajas de los premios literarios y, en este caso el de los
Nobel, es que revelan nombres de escritores que por diversas razones nos son
desconocidos. Entonces, al entrar en contacto con ellos se abren espacios insospechados, frescos y
novedosos, cargados de imaginería literaria
que nos expanden el horizonte en el que es imposible no recaer en el
deslumbramiento y la seducción de una
historia bien narrada. Y nos nutren y nos mantienen vigente la capacidad de
asombro. Tal es el caso del escritor chino Mo Yan.
José Díaz- Díaz
www.arandosobreelagua.com
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