Por: José Díaz- Díaz
No sé por qué motivo, cuando pienso
en la POESÍA (con mayúsculas), caigo
en la trampa de deslizarme como si fuera viajando en un tobogán velozmente
hacia el vacío, hacia el fango, hacia la casa de los “poetas malditos”.
Baudelaire, Rimbaud y Verlaine me reciben escupiendo flores multicolores de sus
bocas bermejas y es entonces cuando comprendo que el lenguaje poético y el verso,
se avienen más con la caída existencial
que con la felicidad.
Sin ir tan lejos de nuestro patio y, de fecha más reciente, mi memoria me impone de inmediato la imagen desastrada
de Charles Bukowski (Andernach, Alemania 1920—Los Ángeles, 1994), y entonces evoco
a ese niño de tres años que llegó con sus padres a Baltimore huyendo de las
miserias de la primera posguerra.
Lo demás es historia. Bukowski fue un
perdedor nato. Sus restos fúnebres que fueron conducidos al cementerio del
vecindario de San Pedro (California)
por monjes budistas, reposan en una tumba cuya lápida reza: “Don’t try”. Su tabla de salvación—si la
tuvo—fue la literatura. Nos legó más de una treintena de obras entre novelas,
cuentos, poemas; sin contar los artículos periodísticos, que lo signan como el
ícono de la decadencia nihilista de los años de la segunda posguerra. Su estilo
fue bautizado con el nombrete de “Realismo
Sucio”.
La
poesía cultista de T. S. Eliot, pareciera ser una de las excepciones al resto
de la producción poética del siglo XX, en USA. El grueso de quienes le siguen
en esta centuria, recogen con dolor el árbol que roza los umbrales de la desesperanza.
Charles Bukowski, es quizás uno de los extremos de esta tendencia crítica que
por la vía del cinismo descarnado, se inmola en su poesía y en su vida para
protestar sin contemplación ni concesión alguna, la doble moral y la hipocresía
imperante que impone el <<Tener>> sobre el <<Ser>>,
como valores supremos, en el engranaje de una sociedad que evita
mirarse a sí misma,
para no asustarse del camino errático que transita.
Grandes maestros lo influenciaron
desde distintos ángulos. Ezra Pound, lo hizo desde una tendencia liberadora de
lenguaje y conciencia. Henry Miller con sus “Trópicos”, desmitificando el tabú
del asunto sexual; y Ernest Hemingway, más en su poesía que en su narrativa,
poniendo al desnudo el orgullo de jugar a perdedor, siempre por la vía moral de
la elegancia en el sufrimiento.
Allen Ginsberg, pope de la poesía “beatnik” (quienes se sienten extranjeros
en su propia tierra) le señala la angustiosa simbiosis del poeta y su medio con
los primeros versos de su conocido poema Aullido:
“Yo he visto a las mejores mentes de mi
generación destruidas por la locura,
desnudas histéricas muriéndose de hambre...”. También Bukowski transita el
camino que ya anteriormente Tristán Tzara describiera cuando decía que “la poesía no es meramente un producto
escrito, sino una manera de vivir.”
En definitiva, su literatura se recrea en su
propia miseria. La materia prima de sus versos es extraída literalmente de su
marginamiento social y de su limpia conciencia que ve con ojos de inocencia el
derrumbamiento de su propio mundo en el muladar de unas circunstancias
históricas nauseabundas.
Su poesía, que destila amargura y
humor negro, descarnada y cruda, cínica y voluptuosamente
sucia, invita al lector a emerger purificado luego de enrostrarle las
llagas que a través del dolor obran sus poemas como milagrosa catarsis para
aliviar el desasosiego y el marasmo existencial.
Charles Dubois definía la Literatura
como: “El lugar de encuentro de dos almas”. A su manera, Charles Bukowski, nos
entrega en sus versos y en su narrativa la posibilidad de ver el lado oscuro de la nuestra. Su poema Melancolía, bien nos puede servir de
abrebocas para acceder a una de las ventanas de su desesperanza:
“la historia de la
melancolía
nos incluye a todos.
me retuerzo entre las sábanas sucias
mientras fijo mi
mirada
en las paredes
azules
y nada.
me he acostumbrado tanto a
la melancolía que
la saludo como a una vieja
amiga.
ahora tendré 15 minutos de
aflicción
por la pelirroja que se
fue,
se lo diré a los dioses.
me siento realmente mal
realmente triste
entonces me levanto
PURIFICADO
aunque no haya resuelto
nada.
(...)
hay algo mal en mí
además de la
melancolía”
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