Por José Díaz-Díaz
Les confieso que desde hace
muchos años he sido proclive a caer en las redes del humor y de disfrutar a mandíbula
batiente de todo escenario salpicado al menos de una pizca de ese ingrediente
de comicidad que le proporcione un contorno ameno a cualquier diálogo, relación
interpersonal, evento familiar, social y hasta
cultural.
Así las cosas, no he
dejado de preguntarme el porqué de la presencia—unas veces solapada y otras
veces explícita—del elemento humorístico en las grandes obras de la literatura,
relevancia reiterativa que ha llevado a algunos críticos a señalar que
simplemente el humor es una característica inmanente a toda buena literatura.
En consecuencia, y llevado
por la curiosidad, he hurgado en mis recuerdos sobre libros leídos o de los
cuales he oído hablar y, efectivamente, el saldo arrojado por mis pesquisas
está acorde con lo señalado por los preceptistas.
Nomás miremos cómo los
antiguos griegos (no los de ahora que están quebrados) pontificaron sobre las
Categorías Estéticas. Aristóteles nos puntualiza no solo sobre la Tragedia (lo
serio y lo sublime) sino también sobre La Comedia y del valor catártico de la comicidad.
El comediógrafo Aristófanes (444 a. de C.- 385
a. de C.) plantea a través de sus escritos, situaciones plenas de humor en las
cuales la ironía y la sátira están presentes. En su comedia Las Nubes, por ejemplo, en pleno
escenario un personaje rústico hace un gesto obsceno con el dedo del corazón,
convocando, como es de suponer, las risotadas del público.
Al final de la Edad Media,
Giovanni Boccaccio (1313-1375) nos sorprende con El Decamerón, un compendio de cien cuentos, sensuales, graciosos,
ingeniosos y picantes que hasta los clérigos se solazaban leyéndolo a
escondidas ya que estaba puesto en el índice (Index librorum prohibitorum)
por orden de la <<Sagrada Inquisición>>.
François Rabelais (1494-1553)
en su monumental obra Gargantúa y Pantagruel, constituida por cinco libros,
su estilo humorístico mezcla la jocosidad con la gravedad de las cuestiones que
trata. Se tocan todos los temas: la guerra, el imperio, la lengua, la imprenta,
la pólvora, el hambre, la sequía, el matrimonio, la ciencia, la justicia, la
educación… y todo desde un punto de vista distorsionado( a propósito, por
supuesto) que además se mezcla con situaciones grotescas que van sucediendo a
lo largo de la historia. Esta es la base de la humorística que impregna toda la
obra, donde lo grosero es solo un componente más de un humor genial. Rabelais
hace reír con la perversión del sentido común que resulta del choque del
discurso de sus personajes y de la realidad.
Saltemos a la Novela Picaresca que surgió en
España entre el Renacimiento y el Barroco, durante el siglo de oro de su
literatura. Con EL Lazarillo de Tormes a la cabeza, conforma todo un
periodo matizado por el humor. Posee características propias tales como la utilización
de un protagonista: el pícaro, quien a la vez es el autor y actor que cuenta su
vida en primera persona. La Picaresca busca y tiene un carácter
moralizante. Cada novela picaresca vendría a ser un gran
"ejemplo" de conducta aberrante que, sistemáticamente, resulta
castigada.
La sátira es un elemento constante en el
relato picaresco. El protagonista deambulará por las distintas capas sociales,
a cuyo servicio se pondrá como criado, lo que le permitirá conocer los
acontecimientos más íntimos de sus dueños. Todo ello será narrado por el pícaro
con actitud crítica. Sus males son, al mismo tiempo, los males de una sociedad
en la que impera la codicia y la avaricia, en perjuicio de los menesterosos que
pertenecen a las capas más bajas de la sociedad.
Puntualicemos algo sobre
nuestra obra cumbre. Es aceptado que la
obra considerada como la más importante de la lengua española: El Quijote de la Mancha, publicado (la
primera parte) en 1605, tiene como a uno de sus pilares su carácter
humorístico. Recordemos algunos de los efectos cómicos, de los cuales hace uso: construcción
de situaciones paradójicas, equivocaciones...reproducción de aventuras típicas
caballerescas con sentido burlesco. Introducción de
alguna nota discordante en una aventura que la destruye y la desautoriza. Uso
de cuentos, chistes o anécdotas llenas de gracia y donaire. Alusión a
personajes o circunstancias de la época (burla). Empleo disparatado o
inesperado de expresiones, refranes... equivocaciones de
Sancho. Empleo de anacronismos por parte de Don Quijote. Empleo de
adjetivos cómicos que mueven a la risa. En fin, todo un genial montaje en Forma
y Contenido que la hace llegar al tope de la excelencia. Una de las ironías que
más me conmueve del Quijote es aquella cuando afirma del personaje central:
<<vivió loco y murió cuerdo>>.
Continuemos, ahora, con Voltaire. (1694-1778).
Desenfado, brioso e ingenioso. La Ironía, la inteligencia y el uso del escándalo,
constituyen sus características principales. El humor como arma para desarmar
al enemigo. Por algo fue el Precursor de la Revolución francesa. La doncella, es una irrespetuosa parodia
de Juana de arco, y Cándido, su
novela filosófica.
Prosigamos tras
los pasos de guasones, arlequines y bufones, hasta llegar al Surrealismo.
Dejemos atrás a la opereta, el sainete y la farsa. Pensemos en Guilaume
Apollinaire (1880-1918) y en La tetas de
Tiresias. Las escenas son bizarras, el humor negro e hiriente. Humor del
bueno; corrosivo, extraño. Una forma de sabiduría y un medio de supervivencia.
Dicen ellos.
Ahora viene el absurdo. Con Eugenio Ionesco (1912-1994)
la imposibilidad de verdadera
comunicación entre las personas toma cuerpo en el humor como absurdo. Con La cantante calva y Los Rinocerontes nos encontramos ante La comedia del disparate. El
absurdo y el humor abrasivo. Ionesco es acérrimo crítico del fascismo y del totalitarismo.
¿Qué más le podemos pedir?
Con esta antesala escoltada en sus flancos por las
revistas de historietas y las tiras cómicas (ver la novela ilustrada La misteriosa llama de la reina Loana,
2005, de Umberto Eco); por films de aliento cómico (baste citar el Guasón de
Batman), los comics de la tele y del cine, además de los cartooms, entra la literatura de lleno en el humor de vanguardia
donde bien podríamos señalar como a uno de sus más decisivos exponentes a David
Foster Wallace (1962-2008) y a su obra cumbre, de más de mil cien páginas, La broma
infinita (1996). Aquí ya no pareciera haber espacio para la risa sino para
la mueca. Nunca antes la literatura había convertido el Lenguaje en una
realidad tan ácida y deprimente, dolorida y quebrada como en esta novela de DFW
en donde el humor se convierte en la
máxima expresión de la tragedia, encubriendo
una amargura profunda y esencial. La
broma infinita es una parodia hilarante y patética de la realidad
postmoderna signada por la soledad existencial y por la carencia de
comunicación real (la red de lo virtual la reemplaza); es una carcajada
histérica que desarticula todo argumento válido para encontrarle sensatez y
sentido a una vida carente de valores sociales (banquete de drogas sintéticas,
fármacos y lisiados de guerra), y a la
filosofía pesimista de vivir para la muerte. La broma nunca termina porque la
broma es la misma muerte.
7 comentarios:
Muy buen apunte Jose. Muy agudo y oportuno.
Excelente, excelente
Bernardo Pio Pilatti commented on your link.
Bernardo wrote: "Buen articulo José.De todo me quedo con François Rabelais y Gargantúa y Pantagruel. Es verdad que lo grosero es solo un componente más del humor genial. Pero siento que es lo mas digno de imitar o atrapar. La broma infinita de Wallace es demasiado cercana a la realidad y los que en este tiempo de tragedias grotescas escriben demasiada realidad terminan transfomados en bufones de esas mismas tragedias. Buen escrito, gracias por compartirlo."
Madeleine De Cubas commented on your link.
Madeleine wrote: "Hola José: Como soy tan "ducha" en el campo tecnológico te dejé un comentario sobre este artículo a través de mi cuenta de google que quién sabe adónde fue a parar porque no apareció junto con los demás. Por si acaso te lo repito: Hasta el momento no he leído uno solo de tus artículos que no me haya dejado muy satisfecha. El análisis que haces del buen humor en la literatura se me ha hecho el mejor. El buen humor es un ingrediente indispensable para salvarnos hasta en las situaciones más serias. Es una señal de inteligencia porque no todo el mundo goza de la capacidad de utilizarlo de una manera apropiada o en el momento oportuno. Yo me identifico con él y me acojo a la sugerencia de que no nos tomemos tan en serio la vida porque de todos modos ninguno de nosotros saldremos vivos de ella. Un abrazo. Madeleine De Cubas"
Ximena Gomez commented on your link.
Ximena wrote: "Interesante, Jose."
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José, hasta ahora encuentro este magnífico artículo.
Sí que tienes razón en indicar que el humor siempre hace presencia sea "solapada o explicitamente" en tantas de las obras literarias de todas las lenguas y a través de la Historia. Muy bien has hurgado en el recuerdo de tus lecturas.
Saludos.
Ana Lucía
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