Recomendaciones mínimas para
escritores principiantes
Por: José Díaz- Díaz
Esto de aconsejar a los
demás pareciera ser una vieja costumbre. Y aunque no lo pareciera, lo es
también en el campo de la escritura. La historia de la literatura abunda en ejemplos. Desde la Poética de Aristóteles, siempre se nos ha
venido trazando un modelo a seguir. Recordemos por ejemplo la Carta a un joven poeta, escrita por el gran
bardo Rainer María Rilke y dirigida a un vate principiante. De paso, Borges en
estas lides ha sido uno de los más sarcásticos. Hemingway nos aconsejó echando
mano de la imagen del Iceberg; Umberto Eco exteriorizó su metamorfosis de
semiólogo abstracto a novelista concreto en: Confesiones de un joven novelista. Vargas llosa puntualizó su aquiescencia
por la crítica en: Cartas a un joven
novelista; Edgar Alan Poe obsecuente con su desapego y generosidad nos legó
los secretos de su orfebrería poética al darnos a conocer en su Filosofía de la composición, los detalles
de cómo escribió El Cuervo.
Cada escuela literaria
desarrolla las particularidades de su creación
a partir de unos postulados diseñados por su Maestro. De igual manera
los Movimientos literarios, se fusionan y desarrollan a partir de unos
principios que explican y cohesionan los escritos de sus integrantes. Algunos
de esos Movimientos explican los alcances teóricos de su doctrina a través de
un documento como el recordado Manifiesto
Surrealista firmado por André Breton, Paul Eluard y Louis Aragon, en 1924. Allí encontramos la declaración de principios
de su estética. La inclusión del binomio: sueño-vigilia en el proceso creativo
y también la descripción de alguna de
sus técnicas como lo es la Escritura Automática.
Así, pues, aquello de que
el escritor practica un oficio de solitarios y está a merced de la inconstante
y elusiva señora inspiración, pareciera no ser tan cierto, cuando sabemos que en el
momento requerido puede echarle mano a un buen manual que lo persuada de
sobrevivir al nefasto síndrome de la <<hoja
en blanco>>. Ah, valga la salvedad, las propuestas que leerán enseguida
no están dirigidas a escritores avezados, quienes a motu proprio, y sin pena alguna pueden declinar el seguir leyendo
este manojo de consejitos:
Tener muy en cuenta el
tipo de lector al cual va dirigido el libro en primera instancia. Hay temas que
interesan más a unos que a otros. Hay temas universales y temas regionales. Hay
literatura para literatos, narrativa para lectores cultos, literatura para adultos
y para niños; para jóvenes, en fin, literatura para masas.
A la gente le encantan los asuntos en los que puede
verse identificada. El libro puede tener un grado de elaboración y excelencia tal
que a cada nivel de lectores les diga algo, sin perder por ello su densidad y su
sencillez. Hay libros bien escritos pero que no se ganan el interés de nadie.
Gánate al lector, sedúcelo, conviértelo en tu aliado, en tu cómplice. Si se
trata de Poesía o narrativa háblale <<en caliente>>, es decir, en
los códigos de la intuición que atrapa al compartir una emoción. Recuerda y pon
en práctica la norma anglosajona: “Do not
tell me, show me”. Si el libro es
una Tesis o Ensayo, entonces ve directo al análisis, a la síntesis, a la lógica
cerebral.
No te preocupes si la
materia prima de la historia es inventada o está tomada de tu experiencia
directa. Persigue una <<idea
fecunda>> o una imagen de vital impacto como punto de partida para
comenzar la elaboración del relato. El carácter autobiográfico y la utilización
de la figura del Alter-ego o de los heterónimos para nada comprometen el valor
intrínseco del texto. Al lector lo que le interesa es el cuento en sí, no la
vida del autor.
William Faulkner indica
tres elementos claves que todo escritor debería tener en cuenta: la
experiencia, observación e imaginación.
Revisa la relación entre
el título de la obra y su contenido, y desecha el lenguaje plano. Evita errores
gramaticales, de sintaxis y de semántica. Huye de las cacofonías, pleonasmos,
muletillas, apócopes, palabras comodín, etc. Evita los tópicos recurrentes,
frases hechas, clichés y lenguaje estereotipado. Prescinde del uso excesivo de
dichos y refranes. Soslaya las frases vacías para llenar espacios, los
adjetivos que escalabran, las exageraciones. Busca que la voz que enuncia el
texto (narrador o personaje) esté provista de una intención dialógica para que
platique consigo misma o con las opiniones y acciones o afectos de otros
personajes de la historia.
El vocabulario y expresiones
de Los dialectos, habla de germanía, jerigonzas, argots y
jergas solo las entienden los involucrados en esas comunidades de
hablantes. Los demás lectores quedan sin comprender, desconectados y perdidos. Hay
que utilizarlos con tino. El texto debe ser claro e inteligible.
Escribir con el corazón y
corregir con la mente. La escritura debe ser lúdica, la corrección atenida al
buen juicio. La historia debería ser el producto de una rara mezcla entre la cordura y el
disparate, entre el delirio y la sensatez.
Traza una estructura, un
mapa, un esquema general del relato antes de iniciar su redacción. Los
especialistas aconsejan para el texto clásico un 25% de espacio para la parte
inicial del argumento; un 50% para su desarrollo y el 25% final para el remate
de la obra.
Fija unos objetivos
precisos antes de iniciar la redacción. El escritor debe tener claro los
propósitos del libro: si es para desahogarse, moralizar o denunciar; si es para
distraer (se). Si hay un interés ético o estético serio. Si es con el objetivo
de contar una historia o defender una tesis, etc.
Mide muy bien la cantidad
de diálogo que se va a utilizar en el texto, en contraposición con las
descripciones y la voz del narrador. Evita finales abruptos. No precipites el
final de la fabula. El comienzo debe ser directo para luego ganar en
profundidad. El personaje principal no se puede volver pasivo o ser superado en
intensidad por uno secundario. Presenta el personaje principal en las primeras
páginas.
Después de terminar de
redactar el manuscrito, déjalo madurar al menos un par de meses antes de someterlo
a consideración. Corrige, corrige mucho. Un buen escritor no es el que escribe
mejor sino el que mejor tacha. Todo libro es una corrección final que aguanta
nuevas correcciones. De hecho, muchas segundas ediciones son corregidas. Después
recomiendo que inviten a leer el
borrador a los amigos cercanos, o familiares, o correctores profesionales para que den un punto de vista externo. Cuando
uno está escribiendo solo ve el árbol que tienes delante y no es capaz de ver
el resto del bosque. Un lector puede decirnos: oye, ¿te has dado cuenta de que
esto y esto se conectan aquí y podrían estar relacionados más adelante? Algo
que tú, como creador que tienes todo en tu cabeza, no has sido capaz de
percibir. Y, por favor, pídeles que sean duros. Que tachen y tachen y borren y
cambien y critiquen... porque con palabras bonitas no se llega a ningún lado.
Porque, aunque ellos te doren la píldora, el día de mañana serán editores
profesionales quienes va a valorar la obra. Y ellos no van a tener tiempo para
palabras bonitas si no se merecen.
De otra parte, hay que
leer mucho, y leer calidad. “En el arte el sudor es más importante que el
talento”. Tal será la importancia de la lectura que llevó a Borges a exclamar:
“Que otros se enorgullezcan de lo que han escrito, yo me enorgullezco de lo que
he leído”.
Cuando se trata de un
Poemario, el autor debe estar absolutamente consciente del alcance de su
escrito: si su trabajo es un ejercicio y expresión personal de una emoción o
sentimiento, sin ir más allá de querer expresarlo en versitos (cometer poesía).
Por el contrario, si abriga pretensiones
poéticas, el texto será comparado de
manera involuntaria por el lector con los parámetros que su experiencia le
proporciona; y el crítico, con un golpe de ojo lo evaluará de acuerdo al
universo poético de su conocimiento. Ahí es donde la buena poesía se defiende
sola. No olvides que el género más difícil de escribir es el de la Poesía. Y en
cuanto a los temas los de especial cuidado son el amoroso y el erótico.
La escritura creativa exige mucho esfuerzo físico (¿?) y
mental. Sí, físico. Porque si el escritor no se encuentra en buena forma física
le va a ser difícil la concentración y el ánimo para permanecer unas cuatro
horas diarias excitando la materia gris para crear de la nada y seguir
avanzando en su argumento. Para evitar el vértigo ante la página en blanco
sugiero iniciar el párrafo con la primera imagen que se te venga a la mente. En
el camino se arreglan las cargas. Para superar el <<bloqueo mental>>
no hay nada mejor que cambiar de actividad por un rato.
Cultiva a todo momento la sensibilidad en
cualquier circunstancia. Déjate herir por el bullicio exterior pero sobre todo
por la música. Ama y degusta las manifestaciones artísticas porque son el pan
del espíritu. Ejercita a todo momento tu capacidad de asombro. Solo así podrás
con tus escritos conmover al lector. Finalmente, escoge cuidadosamente tu
cubículo, cueva, oficina, o nicho donde te encerrarás a escribir como su fuera el lugar donde vas a
pasar tu luna de miel. Y a fantasear se dijo. No hay paredes para contener el
advenimiento de la metáfora perfecta o de la parodia del infierno; ni la fuerza
de la imaginación, ni los dardos de la crítica constructiva, ni las barreras que
impidan un despegue pleno para la libertad creativa.