Por: José Díaz- Díaz
Todos sabemos de la
existencia de ese extraño elemento mágico que cohesiona un maridaje entre el
escritor y sus lectores. Lo difícil es penetrar en la esencia del fenómeno y
poder describir sus reales características.
Sea como sea, para la
supervivencia de la comunicación (emisor-mensaje-receptor) y, particularmente
del escritor, el hecho de que el proceso de unión y retroalimentación se
cumpla, es de vida o muerte. Sin embargo, en este campo tan minado de mensajes
superficiales y contaminado de contenidos banales dirigidos hacia el
adormecimiento y la distracción más que a la re-creación, son los mensajes
complacientes e insubstanciales los que, a la postre terminan capturando la
atención de la gran masa lectora, que para peor, no es mucha que digamos.
Por lo anterior,
sumado a unas cuantas razones más que superan la intención de este escrito, es
que enfoco mi propósito de ayudar a crear lectores activos y de calidad
(lectores <> diría Cortázar, perdón por la connotación machista),
comenzando por puntualizar en la necesidad de distinguir entre la hojarasca y
la semilla; entre un mensaje de entretenimiento y un mensaje de creación.
A propósito dice Ernesto Sábato: “(...) podría decir que al escribir sucede lo mismo que cuando uno se enamora. De pronto uno necesita escribir. Uno se enamora y no sabe por qué. Esto nos lleva al problema de las ideas en relación con las ficciones, problema que me ha preocupado durante toda mi vida literaria. Aludí a lo que puede llamarse el <>
del escritor. Hay dos momentos en su trabajo: en el primero —no me refiero a lo
temporal sino a lo esencial—, se sume en las profundidades del ser, se entrega
a las potencias de la magia y del sueño recorriendo para atrás los territorios
que lo retrotraen a la infancia y a las inmemoriales de la especie, allí donde
reinan los instintos básicos de la vida y de la muerte, donde el sexo, el
incesto y el parricidio mueven sus fantasmas; es donde el artista encuentra los
grandes temas de su creación. Luego, a diferencia del sueño, en que
angustiosamente se ve obligado a permanecer en esas regiones antiguas y
monstruosas, el artista retorna al mundo de la luz, momento en que los
materiales son elaborados, con todas las facultades del creador, no ya hombre
arcaico, sino hombre de hoy, lector de libros, receptor de ideas, con
prejuicios ideológicos, con posición política y social”.
A propósito dice Ernesto Sábato: “(...) podría decir que al escribir sucede lo mismo que cuando uno se enamora. De pronto uno necesita escribir. Uno se enamora y no sabe por qué. Esto nos lleva al problema de las ideas en relación con las ficciones, problema que me ha preocupado durante toda mi vida literaria. Aludí a lo que puede llamarse el <
Un texto literario
gracias al talento del narrador, si lo tiene, nos conduciría a lo que se suele
llamar el misterio de la comunicación artística. Aquí la artesanía y el oficio
de escribir toman su pleno sentido, logrando que La magia de la literatura
contagie el estado anímico del lector y lo seduzca. La paciencia y la
experiencia son dos consejeras ineludibles para lograr una escritura de
impacto.
De otra parte, el
estadounidense David Foster Wallace, autor de una de las novelas más patéticas
y universales publicada en 1996, La broma infinita, y muerto por suicidio en el
2008, afirmaba que una obra de ficción es una conversación que permite
enfrentarse a la soledad esencial que se da en el mundo. Entre los seres
humanos, decía, se da una situación de incomunicabilidad de emociones. “La
comunicación entre el creador y el lector es algo extraordinariamente
misterioso. La buena literatura provoca una experiencia que permite trascender
el aislamiento de orden subjetivo. Es un término sumamente idiomático e
idiosincrático, en realidad, la expresión de un sonido. Lo encontré una vez
leyendo a Auden o Yeats, no recuerdo exactamente. Es como una epifanía, en el
sentido que le daba Joyce al término, una revelación, la sensación de armonía y
perfección que se siente en presencia de la obra bien hecha, de la obra de arte
que logra su cometido. Es como un clic, el sonido que hace una caja que está perfectamente
elaborada al cerrarse. El efecto inefable que provoca el contacto con la obra
de arte. La comunicación entre distintas conciencias pensantes que se deriva de
la contemplación de la belleza poética. En el acto de la lectura se da un
componente que es el intento de establecer comunicación con otra conciencia,
una interpenetración. Lo que llamo el clic es la capacidad de reconocer
pensamientos y sentimientos que el lector siente como suyos, pero que no es
capaz de verbalizar. Yo, como lector, en el momento de la lectura siento que el
autor ha dado con las palabras que necesito para dar expresión a mis
sentimientos. No les he dado forma yo, pero no por eso son menos mías: gracias
al poeta, al escritor, han sido transfiguradas, y expresadas en una frase de
gran belleza. En ese momento, el mundo cobra plenitud, solidez, rectitud”.
García Márquez dice
al respecto que el secreto del narrador está en la voz que se oye en sus
libros: “Un relato es una transposición cifrada de la realidad, una adivinanza
del mundo”. Tener la capacidad para reinterpretar el mundo, sería la impronta
de una escritura de calidad.
Oteando el fenómeno desde otro angulo, los cuentos de Jorge Luis Borges quedan flotando en la mente y el corazón del lector para que este los llene de sentido, los nutra con sus vivencias anteriores, con su sensibilidad e imaginación, pero partiendo de un todo (la trama perfecta) y retornando, luego de seguir las reglas del juego, a mantenerlo siempre igual a sí mismo para los lectores de los tiempos futuros que a su vez volverán a participar de la alegría asombrosa de seguir escribiendo (soñando) el libro infinito.
Oteando el fenómeno desde otro angulo, los cuentos de Jorge Luis Borges quedan flotando en la mente y el corazón del lector para que este los llene de sentido, los nutra con sus vivencias anteriores, con su sensibilidad e imaginación, pero partiendo de un todo (la trama perfecta) y retornando, luego de seguir las reglas del juego, a mantenerlo siempre igual a sí mismo para los lectores de los tiempos futuros que a su vez volverán a participar de la alegría asombrosa de seguir escribiendo (soñando) el libro infinito.
En todo caso, debe
estar claro para todos los lectores que el deseo de cambiar el mundo está
presente en el acto vital de escribir. Es un íntimo ejercicio de rebelarse
contra la realidad deambulando por los caminos de la ilusión. Para el escritor
de vocación, para ese que se juega la vida en su escritura y no para el
narcisista que se muere por conseguir la ilusión de una inexistente
inmortalidad, el texto debe estar orientado a transcribir, a partir de su
materia prima: el lenguaje y su significación, los símbolos de la belleza, del bien
y de la paz. Por eso, se debe evitar el caer en la apología del mal, del
crimen, de lo grotesco. Es imperativo alejarse del <> y de
los temas que incitan a la violencia.
El objeto de la
literatura es alterar la conciencia para obligarla a cambiar su actitud frente
a situaciones éticamente inaceptables, decía Michel Foucault, en: Las palabras
y las cosas. Turbarla, si fuera el caso. Producir variaciones en la visión de
la realidad y poner en duda las convicciones morales mediante una exploración
realista de la condición humana, a través de unos personajes que descienden al
absurdo de la experiencia a partir de la fantasía, de la metáfora, o la vida
misma.
La literatura debe servir para transformar y elevar la conciencia del ser humano hacia estados cualitativamente superiores como también de las estructuras sociales que lo contienen. La función del arte no es solo divertir sino re-crear. Por medio de una buena literatura el lector (a través de su imaginación y fantasía) explora y vivencia otras formas de ser, otros modos de existir que sin ella le estarían vetados. Cuando un personaje impacta al lector, entonces este se siente identificado y sufre o goza las experiencias del personaje.
La literatura debe servir para transformar y elevar la conciencia del ser humano hacia estados cualitativamente superiores como también de las estructuras sociales que lo contienen. La función del arte no es solo divertir sino re-crear. Por medio de una buena literatura el lector (a través de su imaginación y fantasía) explora y vivencia otras formas de ser, otros modos de existir que sin ella le estarían vetados. Cuando un personaje impacta al lector, entonces este se siente identificado y sufre o goza las experiencias del personaje.
Desde el punto de
vista del escritor, también es apremiante anotar que escribir es un <>,
como apuntaba Roberto Bolaño, porque al escribir en profundidad se tocan esas
zonas inconscientes que pueden desequilibrar la razón. Acercarse al abismo que
significa navegar en las profundidades de la conciencia humana y curiosear en
ella es peligrosísimo y la historia nos lo confirma. El porcentaje de poetas
que toman sus vidas y las ofrendan en suicidio no son pocos, como no menor es
el número de escritores que se inmolan al perderse en el sinsentido de una
vacua existencia. Vincent Van Gogh nos confirma esta realidad cuando afirmó
que: “Sueño mis pinturas y luego pinto un sueño”… “He puesto mi corazón y mi
alma en mi trabajo y he perdido mi mente en el proceso”.
Yo diría que un buen
escritor es para los lectores como una punta de lanza que indaga en los
misterios de la vida para que este se pellizque y se conmueva. Ahora, que las
Ideologías han perdido su prepotencia y han demostrado su fracaso en cuanto
directrices para lograr un mundo mejor, es inadecuado hablar del escritor
comprometido. Los poetas y escritores son humanistas que empujan la conciencia
de los lectores de hoy hacia la consecución de una utopía que deambula por los
esquivos linderos de la dignidad.
1 comentario:
Nuevo comentario a tu entrada "Secretos entre escritores y lectores"
Autor : Katia Romero (IP: 50.16.60.209 , ec2-50-16-60-209.compute-1.amazonaws.com)
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Comentario:
que fue primero la gallina o el huevo? escribir o pintar da trastorno al q lo hace o el trastornado escribe o pinta para drenar?
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