La
misteriosa llama del erotismo
(La mirada vargasllosiana)
Por: José Díaz–Díaz
Uno de
los temas recurrentes en la extensa obra narrativa de Mario Vargas Llosa quizás
sea el del fantasma del erotismo, por su constante presencia como
ingrediente en la mixtura de elementos que constituyen el cuerpo de su
escritura. Rastreando algunos de sus ensayos entre los cuales se encuentran La
orgía perpetua (1978) y La verdad de las mentiras (2002), deduzco que le
concede una importancia primordial al concepto de Erotismo en cuanto a
considerarlo un componente enriquecedor del texto literario que, según su
criterio, debe estar presente en toda obra de calidad.
La
anterior afirmación me obliga a precisar que la obra del Nobel no
necesariamente puede considerarse de factura erótica, si fuera del caso
encontrar una característica central de su universo narrativo, como sí podría
tildar por ejemplo, la obra del poeta Constantino Cavafis, la novela Lolita de
Vladimir Nabokov, o Los jardines secretos de Mogador de Alberto Ruy Sánchez.
Vargas
Llosa conoce a temprana edad— desde sus años de estudiante universitario— las
diversas teorías<< duras y blandas>> sobre el tema en cuestión.
Cuando fungiendo como asistente de bibliotecario en el club nacional de Lima
tuvo la oportunidad de leer la pornografía literaria del Marqués de Sade,
Justine (1791), como también los más profundos símbolos de la sexualidad humana
desarrollados en sus diversos estudios teóricos y narrativos por Georges
Bataille Historia del ojo(1928); desde entonces, disfrutará de las más
sobresalientes obras de la literatura erótica a partir de la lectura de la
colección Los maestros del amor, dirigida en Francia por el escritor
surrealista Guillaume Apollinaire.
A mi modo
de ver, el peruano es un entusiasta teórico y diletante del tema del erotismo.
En unas cuantas de sus innumerables y sesudas charlas y entrevistas, se ha
referido a la importancia de la literatura como agente que ayuda a
potenciar esa dimensión creadora del hombre en su cotidianidad, al agregarle
ese valor de ficción, de fantasía y de imaginación, que a través de un lenguaje
escrito, lo empuja a descubrir una dimensión cultural enriquecida para acceder
a degustar el goce, la exploración y la recreación de nuevas
experiencias vitales. De este modo, el ingrediente del erotismo en la obra
literaria es el adecuado para espolear la sensualidad inmanente en todo sujeto
y de propiciar entre los personajes (ambientación incluida) un tipo de
comunicación de calidad superior, siempre y cuando la ficción que se ocupe de
lo sexual alcance un determinado coeficiente estético que lo distancie de lo
meramente pornográfico.
Dentro de
este contexto, en sus obras: Elogio de la madrastra (1988), Los cuadernos de
don Rigoberto (1997) y Las travesuras de la niña mala (2006) principalmente,
encontramos una alta dosis de contenido erótico— que a mi modo de ver y
obedeciendo a los conceptos defendidos por el mismo autor— emanan de las obras
de manera natural aunque reguladas por la voluntad calculadora del escritor.
Una especie de erotismo a cuenta gotas, diría yo. Sin embargo, esa dosis por lo
general no viene dada por simples descripciones de personajes y su
interrelación, de argumentos y tramas que se acomodan para exaltar momentos
inflamados de pasión o de escenas íntimas, o de rememoraciones confortables
como sucede en el recuerdo que Roger Casement, el protagonista de El sueño del
celta(2010) tiene de su homosexualidad liberada; sino que el fondo y entorno
erótico está dado por la forma en que el lenguaje se transfigura y recrea en sí
mismo espacios nuevos en donde el lector no puede menos que conmoverse y
dejarse llevar por un rapto de excitación.
Recordemos
que el erotismo es el triunfo de la cultura por el ejercicio de la imaginación
y la fantasía sobre la naturaleza. Es también el culto al cuerpo que dirigido
por un cerebro en paroxismo desgrana y envuelve en sustancia embriagada de
deseo y de placer a la sensualidad de que es capaz un ser humano. Y eso es
justamente lo que persigue el escritor. Abrir ventanas, desatrancar compuertas.
En cuanto
a los lineamientos conceptuales sobre el tema que nos ocupa, Vargas Llosa
adhiere en la práctica a los postulados que enuncia Georges Bataille en su obra
Erotismo (1957) y a los indicados por Michel Foucault en su extensa e
inconclusa obra: Historia de la sexualidad (1976-1984), entendiéndose este
concepto como una sexualidad transfigurada, donde el sentido último del
erotismo es la fusión, la continuidad, la supresión de límites entre el sujeto
mismo y entre el sujeto y su pareja, o entre el sujeto y sus acompañantes.
Debemos entender, entonces, que al erotismo le interesa el goce, el placer y la
vida, no la reproducción y, que el género humano, a diferencia de los animales
es el único que puede convertir la pulsión sexual en erotismo sin que
medie la intención de la procreación. El ejercicio del erotismo constituye una
práctica de libertad individual y privada de gran contenido liberador y
catártico que el sujeto ejerce como un verdadero ascenso hacia la aprehensión
de dimensiones humanas más integrales, complejas y totalizadoras.
Entendido
de esta manera, el ejercicio del erotismo surge cuando el individuo es capaz de
desprenderse del interdicto, de la prohibición y de la regla. Si hay
conciliación con el interdicto, ya no hay erotismo. Se hace imperativo
transgredir el tabú, el pudor, el recato, para alcanzar lo obsceno que es la
desnudez del cuerpo y de la conciencia. Al superar las restricciones impuestas
por la norma, por la mojigatería, por la pudibundez o la tendencia a
demonizar el sexo, la acción erótica se aviene más con la clandestinidad y la
privacidad que con la normalidad plana. En tal sentido, Vargas Llosa dice
en boca de uno de sus personajes de Los cuadernos de don Rigoberto: “Gracias a
los colegios de monjas, el mundo está lleno de mesalinas”.
4 comentarios:
Carmen Jiménez via Google+1 week ago - Biblioteca Plus (▶ Enlaces)
El erotismo es una constante en la obra de #VargasLlosa. Descubre su misteriosa llama en el interesante artículo publicado por José Díaz en el último número de la revista Sub-Urbano:
Marcela Bracho · Co-Founder/CEO en Pontuser Crecer
Eros..... Principio de vida y placer .. De dónde todo surge.. El erotismo...donde podemos tocarnos a nosotros mismos en todas nuestras dimensiones. Gracias.
Yenilen Mola Me encantó el artículo, más allá del gusto, me parece interesante y bueno. Saludos, Jose.
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Jose, siempre guías nuestro interés hacia el tema que expones. Éste del erotismo desde la óptica vargasllosiana, es realmente muy bueno.
Saludos maestro,
Ana Lucía
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