José Díaz- Díaz
(Texto tomado del manual: Todo lo que debe saber un escritor principiante, de José Díaz-Díaz y director de La Caverna, escuela de escritura creativa.www.facebook.com/lacavernaescuela)
La escritura creativa exige mucho esfuerzo
físico y mental
Esto de aconsejar a los demás pareciera ser una
vieja costumbre. Y aunque no lo pareciera, lo es también en el campo de la escritura.
La historia de la literatura abunda en ejemplos. Desde la Poética de Aristóteles, siempre se nos ha venido
trazando un modelo a seguir. Recordemos por ejemplo la Carta a un joven poeta, escrita por el gran bardo Rainer María Rilke
y dirigida a un vate principiante. De paso, Borges en estas lides ha sido uno de
los más sarcásticos. Hemingway nos aconsejó echando mano de la imagen del Iceberg;
Umberto Eco exteriorizó su metamorfosis de semiólogo abstracto a novelista concreto
en: Confesiones de un joven novelista.
Vargas llosa puntualizó su aquiescencia por la crítica en: Cartas a un joven novelista; Edgar Alan Poe obsecuente con su desapego
y generosidad nos legó los secretos de su orfebrería poética al darnos a conocer
en su Filosofía de la composición, los detalles
de cómo escribió El Cuervo.
Cada escuela literaria desarrolla las particularidades
de su creación a partir de unos postulados diseñados por su Maestro. De igual manera
los Movimientos literarios, se fusionan y desarrollan a partir de unos principios
que explican y cohesionan los escritos de sus integrantes. Algunos de esos Movimientos
explican los alcances teóricos de su doctrina a través de un documento como el recordado
Manifiesto Surrealista firmado por André
Breton, Paul Eluard y Louis Aragon, en 1924. Allí encontramos la declaración de
principios de su estética. La inclusión del binomio: sueño-vigilia en el proceso
creativo y también la descripción de alguna de sus técnicas como lo es la Escritura
Automática.
Así, pues, aquello de que el escritor practica
un oficio de solitarios y está a merced de la inconstante y elusiva señora inspiración, pareciera no ser tan cierto,
cuando sabemos que en el momento requerido puede echarle mano a un buen manual que
lo persuada de sobrevivir al nefasto síndrome de la <<hoja en blanco>>.
Ah, valga la salvedad, las propuestas que leerán enseguida no están dirigidas a
escritores avezados, quienes a motu proprio,
y sin pena alguna pueden declinar el seguir leyendo este manojo de consejitos:
Tener muy en cuenta el tipo de lector al cual
va dirigido el libro en primera instancia. Hay temas que interesan más a unos que
a otros. Hay temas universales y temas regionales. Hay literatura para literatos,
narrativa para lectores cultos, literatura para adultos y para niños; para jóvenes,
en fin, literatura para masas.
A la gente le encantan los asuntos en los que
puede verse identificada. El libro puede tener un grado de elaboración y excelencia
tal que a cada nivel de lectores les diga algo, sin perder por ello su densidad
y su sencillez. Hay libros bien escritos pero que no se ganan el interés de nadie.
Gánate al lector, sedúcelo, conviértelo en tu aliado, en tu cómplice. Si se trata
de Poesía o narrativa háblale <<en caliente>>, es decir, en los códigos
de la intuición que atrapa al compartir una emoción. Recuerda y pon en práctica
la norma anglosajona: “Do not tell me, show
me”. Si el libro es una Tesis o Ensayo, entonces ve directo al análisis, a la
síntesis, a la lógica cerebral.
No te preocupes si la materia prima de la historia
es inventada o está tomada de tu experiencia directa. Persigue una <<idea fecunda>> o una imagen de vital
impacto como punto de partida para comenzar la elaboración del relato. El carácter
autobiográfico y la utilización de la figura del Alter-ego o de los heterónimos
para nada comprometen el valor intrínseco del texto. Al lector lo que le interesa
es el cuento en sí, no la vida del autor.
William Faulkner indica tres elementos claves
que todo escritor debería tener en cuenta: experiencia, observación e imaginación.
Revisa la relación entre el título de la obra
y su contenido, y desecha el lenguaje plano. Evita errores gramaticales, de sintaxis
y de semántica. Huye de las cacofonías, pleonasmos, muletillas, apócopes, palabras
comodín, etc. Evita los tópicos recurrentes, frases hechas, clichés y lenguaje estereotipado.
Prescinde del uso excesivo de dichos y refranes. Soslaya las frases vacías para
llenar espacios, los adjetivos que escalabran, las exageraciones. Busca que la voz
que enuncia el texto (narrador o personaje) esté provista de una intención dialógica
para que platique consigo misma o con las opiniones y acciones o afectos de otros
personajes de la historia.
El vocabulario y expresiones de Los dialectos,
habla de germanía, jerigonzas, argots y jergas solo las entienden los involucrados
en esas comunidades de hablantes. Los demás lectores quedan sin comprender, desconectados
y perdidos. Hay que utilizarlos con tino. El texto debe ser claro e inteligible.
Escribir con el corazón y corregir con la mente.
La escritura debe ser lúdica, la corrección atenida al buen juicio. La historia
debería ser el producto de una rara mezcla entre la cordura y el disparate, entre
el delirio y la sensatez.
Traza una estructura, un mapa, un esquema general
del relato antes de iniciar su redacción. Los especialistas aconsejan para el texto
clásico un 25% de espacio para la parte inicial del argumento; un 50% para su desarrollo
y el 25% final para el remate de la obra.
Fija unos objetivos precisos antes de iniciar
la redacción. El escritor debe tener claro los propósitos del libro: si es para
desahogarse, moralizar o denunciar; si es para distraer (se). Si hay un interés
ético o estético serio. Si es con el objetivo de contar una historia o defender
una tesis, etc.
Mide muy bien la cantidad de diálogo que se va
a utilizar en el texto, en contraposición con las descripciones y la voz del narrador.
Evita finales abruptos. No precipites el final de la fábula. El comienzo debe ser
directo para luego ganar en profundidad. El personaje principal no se puede volver
pasivo o ser superado en intensidad por uno secundario. Presenta el personaje principal
en las primeras páginas.
Después de terminar de redactar el manuscrito,
déjalo madurar al menos un par de meses antes de someterlo a consideración. Corrige,
corrige mucho. Un buen escritor no es el que escribe mejor sino el que mejor tacha.
Todo libro es una corrección final que aguanta nuevas correcciones. De hecho, muchas
segundas ediciones son corregidas. Después recomiendo que inviten a leer el borrador
a los amigos cercanos, o familiares, o correctores profesionales para que den un
punto de vista externo. Cuando uno está escribiendo solo ve el árbol que tienes
delante y no es capaz de ver el resto del bosque. Un lector puede decirnos: oye,
¿te has dado cuenta de que esto y esto se conectan aquí y podrían estar relacionados
más adelante? Algo que tú, como creador que tienes todo en tu cabeza, no has sido
capaz de percibir. Y, por favor, pídeles que sean duros. Que tachen y tachen y borren
y cambien y critiquen... porque con palabras bonitas no se llega a ningún lado.
Porque, aunque ellos te doren la píldora, el día de mañana serán editores profesionales
quienes van a valorar la obra. Y ellos no van a tener tiempo para palabras bonitas
si no se merecen.
De otra parte, hay que leer mucho, y leer calidad.
“En el arte el sudor es más importante que el talento”. Tal será la importancia
de la lectura que llevó a Borges a exclamar: “Que otros se enorgullezcan de lo que
han escrito, yo me enorgullezco de lo que he leído”.
Cuando se trata de un Poemario, el autor debe
estar absolutamente consciente del alcance de su escrito: si su trabajo es un ejercicio
y expresión personal de una emoción o sentimiento, sin ir más allá de querer expresarlo
en versitos (cometer poesía). Por el contrario, si abriga pretensiones poéticas,
el texto será comparado de manera involuntaria por el lector con los parámetros
que su experiencia le proporciona; y el crítico, con un golpe de ojo lo evaluara
de acuerdo al universo poético de su conocimiento. Ahí es donde la buena poesía
se defiende sola. No olvides que el género más difícil de escribir es el de la Poesía.
Y en cuanto a los temas los de especial cuidado son el amoroso y el erótico.
La escritura creativa exige mucho esfuerzo físico (¿?) y mental. Sí, físico. Porque si el escritor
no se encuentra en buena forma física le va a ser difícil la concentración y el
ánimo para permanecer unas cuatro horas diarias excitando la materia gris para crear
de la nada y seguir avanzando en su argumento. Para evitar el vértigo ante la página
en blanco sugiero iniciar el párrafo con la primera imagen que se te venga a la
mente. En el camino se arreglan las cargas. Para superar el <<bloqueo mental>>
no hay nada mejor que cambiar de actividad por un rato.
Cultiva
a todo momento la sensibilidad en cualquier circunstancia. Déjate herir por el bullicio
exterior pero sobre todo por la música. Ama y degusta las manifestaciones artísticas
porque son el pan del espíritu. Ejercita a todo momento tu capacidad de asombro.
Solo así podrás con tus escritos conmover al lector. Finalmente, escoge cuidadosamente
tu cubículo, cueva, oficina, o nicho donde te encerrarás a escribir como su fuera
el lugar donde vas a pasar tu luna de miel. Y a fantasear se dijo. No hay paredes
para contener el advenimiento de la metáfora perfecta o de la parodia del infierno;
ni la fuerza de la imaginación, ni los dardos de la crítica constructiva, ni las
barreras que impidan un despegue pleno para la libertad creativa.