Fifty Shades of Grey y la literatura erótica
José Díaz- Díaz
Para mediados de enero del 2015 estará en cartelera el
film basado en la novela Cincuenta
sombras de Grey, de la autora británica Erika Leonard James. El libro,
primero de la trilogía del mismo nombre y promocionado como el éxito editorial
del 2011, fecha en que fue lanzado con todas las herramientas que proporciona
la red, logró superar las millonarias ventas de Harry Potter y se convirtió en
el bestseller del momento. Como se puede apreciar, todo un éxito de marketing viral.
Cualquier inaprensivo lector podría colegir que se
encuentra ante un obra de diáfana calidad y justo merecedor de los favores del
gran público. Pero lo insólito es que desde los primeros capítulos (26 en total
para una extensión de 470 páginas aproximadamente) nos encontramos ante un bluf
de una pobreza literaria que ha llevado a más de un Crítico Literario a la
histeria, al desencanto y a concluir una vez más que un éxito de ventas no
tiene nada que ver con la calidad de una obra literaria. Como quien dice, nos
metieron gato por liebre.
Estas
incongruencias entre calidad y venta, entre novela supuestamente erótica y
relato de bondage es lo que me ha impulsado a escribir el presente artículo.
Cincuenta sombra de Grey no puede considerarse, con
propiedad, como una novela erótica debido a
su superficialidad manifiesta. Se agota en la descripción explicita de
escenas de sexo y no resiste ni de lejos una comparación con las obras noveladas
de los grandes maestros del género tales como el Marqués de Sade, George Bataille
o el contemporáneo Alberto Ruy Sánchez. Es evidente que no posee la complejidad
ni profundidad que el género demanda, la cual va mucho más allá de la
descripción de escenas de sexo explícito y se adentra en el territorio de la
conciencia frente a sus tabúes, apetitos inconfesables e instintos liberados de
todo control. El erotismo no es solo acoplamiento sexual sino más que eso: es
sensualidad sin límites, emoción sin freno; inteligencia al servicio del goce
de los sentidos, de la complacencia de la mente y de derroche de espiritualidad
insaciable que abarca todas las esferas del psiquismo humano.
El
bestseller de la autora británica sirve más
bien como un ejemplo para mostrar el tratamiento simplista, burdo y pobre del complejo y profundo universo
de la pareja, que las novelitas rosa se han dado en escribir repetitivamente y
que tienen un público lector amplio pero de exiguas luces culturales. El falso
romanticismo erótico que invade las librerías y las tiendas virtuales es la
triste muestra del consumismo de lectura fácil y de distracción, banal y light,
suave y liviana que el puritanismo de nuevo tipo acepta y aplaude. En la novela
de marras no hay transgresión de normas sino consentimiento, juego consensuado
y con límites preestablecidos. No hay desenfreno ni pasión desbocada. Todo está
fríamente calculado como dijera Chapulín.
Recordemos algo sobre el arte erótico: Bataille dice que en el erotismo
hay un interdicto inicial, una prohibición que lo fundamenta. El interdicto —palabra
multívoca: prohibición quebrantable, entre-dicho, no dicho todo—, es la herencia
que por el lenguaje nos fue legada. El interdicto, como las leyes, están hechas
con la expectativa de que sean transgredidas y se fundan en una vivencia de
angustia. En el libro de James no hay transgresión sino por el contrario un
comportamiento regido por una normativa llevada al extremo de ser plasmada en
un documento escrito. Del porqué se establecieron de manera primera estas
prohibiciones tiene que ver con que la sexualidad y la muerte teniendo siempre
un trasfondo de violencia, atentan contra la paz, el orden y la supervivencia;
así, el mundo civilizado que se inicia con el trabajo, exige que a estas
desmesuras se les acote.
Para complementar el concepto, Hilda Fernández afirma que el campo en el
que se juega el erotismo es siempre el de la violencia. El erotismo es un
pasaje tortuoso, una alternancia perenne entre los polos de la vida y la
muerte, lo bello y lo horrendo, la bondad y la maldad, lo dulce y lo violento.
En el erotismo se compromete siempre la historia y el cuerpo, la infancia y el hic et nunc. En la experiencia erótica las paradojas se multiplican y
sabemos que el inconsciente es el reino de las paradojas y de la contradicción.
Es pues el erotismo una vía que expresa al inconsciente, más aún, muestra esa
parte que no puede ser dicha porque se halla justamente colindando con el orden
del goce, y ¿quién puede hablar del goce? Lacan dice al respecto: "(…)
este se presenta como envuelto en un campo central, con caracteres de inaccesibilidad,
de obscuridad y de opacidad, en un campo rodeado por una barrera que vuelve su
acceso al sujeto más que difícil, inaccesible quizás...". En el goce el
único que sabe es el cuerpo. Las manifestaciones eróticas, vestidas de
arrebato, con esa violencia que las habita y determina, se abren a la muerte,
sí, pero también en un acto de conciliación con la vida. En el erotismo la vida
y la muerte como caras diferentes de una misma moneda están echadas al vuelo
—con la apuesta a que Eros caerá—. El erotismo tiene ese lado obscuro, ese
devaneo con la muerte, pero también tiene el lado luminoso que apuesta a hacer
de ese momento angustiante una fiesta a la vida.
Pero,
¿por qué se dice que Cincuenta sombras de
Grey es pobre literariamente? Veamos los siguientes puntos:
Personajes:
Los dos protagonistas son arquetípicos (lo que un buen escritor debería
esquivar) utilizados hasta la saciedad por el género rosa (Corín Tellado, por
ejemplo) y muchas de las novelitas de la tele: el príncipe azul y la plebeya.
En este caso, el inverosímil personaje masculino, Christian Grey, magnate
multimillonario, joven apuesto, empresario súper exitosos; inteligente, dominante,
cultísimo… y todo los demás adjetivos que
puedan adornar una personalidad arrolladora pero fantástica, de película,
contra la infeliz estudiante de clase media Anastasia Steele: estúpida,
insegura, de perfil bajo y baja autoestima, débil y mentecata más todos los demás
adjetivos que puedan denigrar de la personalidad de una pobre joven. Con estas
caracterizaciones tan exageradas e irreales E. L. James no logra hacer creíble
la historia que lleva al relato a perder la principal característica de un buen
texto como es su credibilidad.
El manejo del Tiempo
en el relato de James, es uno de los elementos peor tratados. La autora
desconoce olímpicamente que desde hace varios siglos se viene usando la técnica
del salto atrás (flash back, analepsia o escena retrospectiva), Flash Forward (Prolepsis o salto
adelante en la información), la combinación de tiempos, el uso del tiempo
reducido y comprimido, o los entrecruzamiento de planos temporales el tiempo
mítico, etcétera, etcétera, para contar una historia como sucede en la
vida real. Ella nos somete a un relato de estricto corte lineal, a un presente
continuo desesperante y previsible, lo que sumado a una voz en primera persona
contando un mono tema repetitivo hasta la saciedad (los acoplamientos sexuales consensuados),
nos llevan a querer abandonar la lectura y no lo hacemos debido a la expectación
falsamente provocada de que algo extraordinario sucederá lo que al final, para decepción
total, no acontece.
Los
Diálogos son en su
mayoría insufribles por lo simples, elementales, bobalicones e intrascendentes
que rellenan y rellenan páginas sin substancia alguna. Igual sucede con los
e-mails que se envían los dos personajes centrales, anodinos y sin importancia
alguna que si se borraran del texto nos ahorrarían parte de su bochornosa
lectura. El libro también ha sido criticado por el uso de modismos
ingleses que, sintácticamente, presentan una desconexión con la voz
estadounidense de la protagonista (ubicada en Seattle), lo que pone a prueba la
autenticidad de los diálogos y de los mismos personajes.
Asunto. El argumento que desarrolla la novela nos indica el
grado de simplicidad de una narración en extremo elemental. Se trata de una
pareja en donde el joven magnate invita, con la formalidad de un documento
escrito, a realizar actos sexuales en donde se van a practicar inofensivas
formas de juegos de bondage e inofensivas prácticas que involucran instrumentos
como lazos, fustas, correas, látigos esposas, bolas chinas, etc.; lo cual será
practicado en el “Salón de juegos” que el aséptico personaje tiene instalado en
su apartamento. El rol de él será el de “amo” y el rol de ella el de “la
sumisa”. Los planeados e inofensivos juegos, es lo que llevan a los críticos a
definir el libro como “porno para jovencitas, mamás y abuelitas”. No hay que
esperar erotismo fuerte, porque no lo hay. Y no lo hay precisamente porque no
existe ni transgresión de normas ni
ruptura de Interdicto ni quebrantamiento de la voluntad. Tampoco hay práctica
real de sadomasoquismo, solo juego consentido. Ni pasión ni lujuria ni amor.
Solo interminables coitos sin afecto que solo sirven para eludir el estrés y desinhibir
al pobre hombre hijo abandonado de una madre prostituida por el vicio del crack,
y acomplejado debido una infancia quebrantada malamente por una señora (Mrs.
Robinson— suena a la película El graduado— quien lo indujo a prácticas
inconfesables). “No te voy a hacer el amor, te voy a follar”, le dice Grey a
Anastasia en uno de los diálogos.
Espacio, escenografía, ambientación y otras técnicas: Para ser ecuánimes, hay que reconocer
que James se esmera por diseñar unos ambientes distinguidos que cautivan por su
derroche de lujo y confort, sin embargo, el efecto que producen es
contraproducente con la verosimilitud del relato por lo fantástico y fantasioso.
Como contrapartida, esos son los escenarios de suntuosidad y esplendor que
ponen de rodillas a las cenicientas de
los cuentos de hadas, ahora con el énfasis magnificente de la era cibernética. Vasta enumerar las
excelsas virtudes del culto galán de vestir impecable que tenía a su servicio un
sequito de personal, psiquiatra incluido; connoisseur
de vinos y de exquisiteces culinarias; pianista, lector, musicólogo, gocetas
del arte en todas sus formas; de la música coral y clásica; su esmerado gusto
por el boato y sus posesiones incalculables tales como autos de lujo y de
carreras, helicóptero y jet privado; apartamentos, casa, edificios… para que
las “sumisas” cayeran caer bajo la férula de sus frías y medidas manías con las
cuales se sacaba el asco de vivir en una sociedad desastrada.
En cuanto al uso de otras técnicas
literarias, la autora, por boca de su protagonista femenina nos cuenta que va a
escribir un “monólogo interior” dirigido a Grey (página 364), lo que resulta en
una patética nota epistolar que en absoluto nada tiene que ver con lo que se
conoce como Monólogo Interior el cual no va dirigido a nadie y es un
desbordamiento de conciencia que supera toda barrera gramatical, racional y
ética.
Las cincuenta sombras de Grey, como dijera Stephen
King, es una “basura porno para mamás”. The New Zealand Herald, afirmó que el libro “no va a ganar
ningún premio por su prosa” y que hay algunas descripciones sumamente fofas. La
profesora de la Universidad de Princeton, April Alliston, dijo: “Aunque no es
una obra de arte literaria, Cincuenta
sombras es más que un fanfiction basado en la serie de vampiros Crepúsculo”. Jessica Napier, de Metro News Canada, escribió que
“fue una tortura soportar 500 páginas de diálogo interno de esta heroína, y no
de la forma atractiva que se preveía” Jessica
Reaves, del Chicago Tribune, escribió que el: “el texto original no
es gran literatura”, y señaló que la novela está “salpicada abundante y repetitivamente
con frases estúpidas”, y la describió como “deprimente”.
Esto es lo que hay. Es lo que nuestro
gran público consume. Es la medida cultural de nuestros contemporáneos, es el gusto
de una época privada de espíritu.
www.facebook.com/lacavernaescuela
3 comentarios:
Maria Gabriela Madrid Hola José está muy interesante tu análisis (lo lei ayer) , pero aún no he leído el libro...Es cierto lo que dices referente a las ventas. En muchas oportunidades el boom de ventas no implica que el libro posea calidad literaria...Sucede muy a menudo...Muchos saludos y un gran abrazo Gaby
Armando Caicedo Te felicito por tu privilegiada capacidad de análisis literario
Mis amigos, la verdad es que el oficio del Crítico Literario a veces es un poco incómodo, sobre todo cuando se siente la obligación estética de señalar la carencia de virtudes de algunos libros y autores.
¿Quién nos salvará del <> y de la manipulación del mercado?
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