—Homenaje en la conmemoración del primer aniversario
de su fallecimiento—
José Díaz-Díaz
Para aprehender la escritura de un hombre, nada mejor
que comenzar por conocer un retazo de su vida. Vamos a tomar algunos rasgos de
la semblanza que su hermana María Gabriela Madrid (escritora bilingüe y editora
de sus libros, residenciada en San Antonio, Texas) escribiera recientemente,
solo a unos meses de la desaparición física del poeta venezolano. Nos dice que
Pedro (Caracas, 19 de Junio de 1958-Caracas, 15 de Octubre de 2013), mostró
desde sus años de adolescencia el desapego a lo material y a lo cotidiano y
exploró a través de la lectura, el Budismo, el Hinduismo y el Taoísmo.
A los diez y ocho años—continua narrando— vivió año y
medio con sus tíos escritores en Grecia y estudió Filosofía Helénica y
Bizantina; vivió en España y estudió Filología. También vivió en Boulder y
Trinidad-Colorado donde perfeccionó el inglés. A su regreso a Venezuela, se
gradúo Cum laude de filósofo. Dominó
varios idiomas: español, inglés, portugués y mandarín. Desempeñó cargos
diplomáticos y vivió dos años en Brasil donde perfeccionó el portugués, siete
años en China donde perfeccionó el mandarín y en comunión con su cuerpo y alma
practicó en incontables ocasiones el Tai-chi. Vivió en Londres, estudio
Finanzas y visitó frecuentemente París, la ciudad que por su amplio
conocimiento sintió como propia. Como ciudadano del mundo nunca le perteneció a
nadie (…).
De esta breve
semblanza podemos deducir que el poeta poseía mundo y bebió de él— hasta la
embriaguez— solazándose en los pozos directos que parieron la filosofía
occidental y oriental, y desde el vientre donde se gestaron los mitos
grecorromanos; pero que también sufrió los olores de la carroña del desgobierno
venezolano, con la manipulación del Estado por parte de la ignorancia y la
codicia.
Las alas perdidas
Este es el título del
libro que junto con Arkontika, su segundo libro de poemas, constituyen
la herencia que el poeta lega a la humanidad (Amazon, 2012 y 2013). Son
poemarios supremos, que ameritan pronta divulgación, amén de estudios
académicos que desglosen y popularicen su densa substancia poética y
filosófica. Por ahora, adelantemos que Las
alas perdidas está conformada por una explosión de imágenes conceptuales y
sensoriales fragmentadas tal como unos fuegos pirotécnicos inundan el cielo;
por una orgia de lenguaje que dibuja el sinsentido y absurdo de nuestro tiempo,
de parábolas y parodias unas veces espeluznantes y terroríficas y otras veces
dulces y conmovedoras.
No obstante, la unidad de sentido del libro es
homogéneo y centrado en la inquietud
fundamental de Pedro, que deviene en desgarramiento trascendental, en disonante
tortura de una existencia sin sentido, en pesimismo abismal, en aceptación
catártica de una caída vertical del hombre contemporáneo.
En la futilidad, la nadería y los falsos valores
característicos de la conciencia de
nosotros los ciudadanos posmodernos, se encuentra empotrado el pensamiento y el
lenguaje figurativo de las imágenes terribles y ciertas de los versos del autor
venezolano. Como dijera George Orwell:” Si el pensamiento corrompe el lenguaje,
el lenguaje también puede corromper el pensamiento”. Y en ese sentido, la
semántica del texto de Madrid es una confirmación de esa sentencia: el lenguaje
se retuerce, se evade; parece cercano, unas veces y otras, lejano; contundente
y realista, ahora; fantasioso e irreal, enseguida. Pareciera que el pensamiento
deviene en guadaña justiciera y el lenguaje en ejecutor del acto catártico de
purificar por el arte de la aniquilación. De este desastre nada ni nadie se
salvan. No dudo en afirmar que si el
conocido poema épico: Aullido del
poeta estadounidense Allen Ginsberg denuncia la pérdida de toda una generación
de la segunda posguerra, el poema de Madrid denuncia la pérdida de toda la
humanidad en todos los tiempos de su historia.
El
tema de la “caída libre”
La única nota aclaratoria escrita por la mano del
poeta en el libro y que reza: Los poemas contenidos en la presente colección,
fueron escritos en las montañas andinas y son el fruto de veinte años de
meditación, nos confirma
que Las alas perdidas no es un
poemario improvisado ni escrito con la técnica de la “escritura automática”
como podría parecer; ni constituye un monólogo interior que desparrama y
expande un fluir de conciencia sin lógica ni reflexión alguna. Al contrario, representa un profundo e inspirado
trabajo, complejo en cuanto exige al lector conocimientos sólidos de un
humanismo general que comienza con el reconocimiento de los mitos y símbolos de
la cultura grecorromana. Sin estos datos el libro va a parecer como un escrito
cifrado, que entraría en el ámbito de la poesía hermética, inescrutable,
esotérica y enigmática solo apta para iniciados. El carácter profético,
místico, cósmico, telúrico y pleno de imágenes lujuriosamente extraordinarias
conmoverá, sin lugar a dudas, la emoción del lector quien no podrá eludir la
conmoción de un sacudón moral y deberá admitir que se encuentra ante la
presencia de un poeta en trance espiritual, libérrimo e íntimo como su
propia conciencia.
Pero no nos acobardemos ante este escenario, que el
alma del poeta es más frágil y vulnerable que la de cualquiera de nosotros. Con
seguridad, Pedro Madrid sí se encontraba dentro del grupo al cual se refería
Nietzsche cuando se preguntó en: Así
habló Zaratustra:
¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla
porque tiene encima de su cuerpo una gota de rocío?
Pero, en este estado de cosas, ¿qué es lo humano para
el poeta? La respuesta la encontramos en apartes de la alocución XXXI:
Por esto lo humano es el ser de
vidrio soplado: la mezcla de fuego y
agua.
En el fuego encandece en el pesimismo;
En el agua fluye en los recodos del optimismo.
Más ambos son la pantomima de la que el diletante ríe...
Y el diletante corre en la brisa transformado en madera penetrando a Gea;
O transformado en relámpago y circundando el metal
Que transforma el reflejo en espada.
Y en la espada está el cetro...
Sobre homúnculos devenidos del ensoñar
El resplandor augura
La corriente de aguas inagotables.
Los homúnculos son relevo de lo humano
En la espiral esferoidal de la caída en el ente…
Debo insistir en
que el contenido del poema no es solo de corte filosófico sino que también se
ocupa de las acechanzas del quehacer cotidiano. Se ocupa además del asco que le
produce la politiquería local (venezolana) como lo denuncia en estos versos de
la Alocución XII:
La revolución del engaño o el engaño de la revolución…
La ignorancia que prolifera
O la fortuna del ser que irrumpe en la ocasión de la
lucha.
El pobre (encumbrado) que es ahora el rico jerarca.
La ideología que es ahora la cascarilla del ideal
melódico.
El grito brutal
represivo que ahora resuena en la calle triste.
Abandono la hipocresía...
Tengo el sentido para ver la cosa desnuda
Y esta lucubración ya es el parapeto que disfraza
La mezquindad de los números.
La cultura la civilización la gente:
Hay aquí el paradigma de la bondad sin suelo
Y los escarnios que sepultan la luz.
Quedo solitario en la caverna del designio
Donde veo la ilusión
Y la desilusión abre la puerta del camino de
transformación.
Sin embargo, el
enclave local venezolano se inserta dentro de un modus
operandi internacional que no es más que la bonanza de la industria de la
guerra, del despertar del fanatismo religioso, o de la llamada guerra de las
civilizaciones. Aquí la voz del poeta es asombrosamente profética (Alocución
XVII), cuando hace apenas unas semanas hemos sido testigos, por videos
difundidos por los terroristas del llamado Estado Islámico, de la decapitación
de dos periodistas estadounidenses:
Hace falta la ejecución sumarial televisada
Donde la cabeza queda pendiendo del hilo de
piel
Y la sangre borbotada vierte el rating y la sintonía.
Coliseo de la fanfarria de la lucha ideológica
o de la lucha del oro negro...
¡Qué divino asoma el jeque en trono aéreo
mientras blande la insignia de la media luna y la hoz cruzada!
¡Qué divino el rescate enfermizo del marxiano resucitado para la ultra bondad
criminal que pulveriza el ánimo del libertario aprisionado en las torres
gemelas!
¡Qué divino el que habla a lo humano o habla a
la estrella envestido del Escorpión y Saturno!
¡Qué divino el que dice algo sobre el mundo
amando las golosinas y persiguiendo la felicidad trágica!
La defensa de
una Ética de salvación de la especie y de la tierra misma (la diosa Gea) lleva
a Pedro Madrid (Alocución XIV) a apuntar su mirada escrutadora sobre los
señores de la guerra, sobre los dirigentes y gobernantes títeres y bufones que conducen al abismo y a la catástrofe a los pueblos
ignorantes y crédulos. Entonces su escritura se agiganta y con una estética muy propia, a partir de un apocalipsis de imágenes al
estilo de La Divina Comedia de Dante,
los manda a los mismísimos infiernos.
¡Venga ramera vida!
¡A gozar del apreciado vino nosotros los pobres ecuestres!
Sobre el andamio están las manos mutiladas y la cabeza cortada
Que llegan desde la guerra.
Son muchos los guerreros que en el desierto
Miran la cabeza y las manos que perdieron
Y horrorizados descubren que murieron.
Así divaga el espíritu en pena dice el vivo de aquí;
Así divaga el que no sabe que ha muerto y aún vive del otro lado.
Y en la noche al guerrero muerto debo convencerlo y le digo:
No hay para donde escapar
En todas partes es lo mismo.
Pues la vista es sepulcro pintado de rosa donde el chorro de verde fluye
En el vaso de las cañerías;
Pues el dinero y el amor ruedan en la mano
Serpientes de cascabel
Con veneno destrozándole el alma
A los mejores impostores;
Pues los que son títeres llevan los pies sobre la arena del caño
amarillo
Con amor situados en duración desesperados;
Pues los muñecos de corbata
En el carro del duque o del ministro del profeta o del consejero
Simulan la buena risa de la buena costumbre
Estrechando manos singulares en estaciones acaloradas;
Pues los picapleitos con bigote en el todo de la ensoñación
Van mirando o sintiendo el sigilo y la pesadilla de los cuerpos
desnudos;
Pues los que andan cernidos en la red (peces alcanforados con el aceite
de palma)
Dejan alejan visten beben la duda la música o la luna llena;
Pues los bufones juegan a seducir la tierra que les traga
Mientras el Averno se los lleva engulléndoles el ensoñar y vomitándoles
el alma.
La temática del extenso poema, dividido en 33 Alocuciones para un total
de 329 páginas nos puede parecer, de entrada, de una inconmensurable
complejidad, sin embargo, el concepto central sobre el cual gira es simple: el
hombre y sus circunstancias (parodiando a Ortega y Gasset): el hombre
posmoderno, nosotros, los contemporáneos del poeta y ésta parte de la historia
del mundo que nos ha tocado vivir. El poeta se deja tentar por el absurdo de
Albert Camus y Jean Paul Sartre y sucumbe ante él. No hay pesimismo con alguna
vía de salvación como en Schopenhauer (La Voluntad de poder); en Nietzsche (El
superhombre) o en Heidegger (La fe cristiana); con el poeta no tenemos
paracaídas que nos salve y la caída es vertical: nada, vacío, nihilismo pleno.
Así lo puntualiza en
los versos de la Alocución II: plena de reiteraciones alrededor del subtema del
sinsentido de la vida.
Desgarramiento: aquí nace la obra revelando el
origen...
Mundo de contrastes donde los sueños-obelisco
Irrumpen desde ondas de luz
Y la tempestad del deambular
Pinta soles a medianoche.
Desgarramiento: aquí padezco sed o hambre y ríe el
arlequín...
Mundo de contrastes donde la ebriedad
Es claustro para la meditación
Y el alimento es la oscuridad.
Desgarramiento: aquí vinculo la vanguardia con el
receso interno de la soledad...
Mundo de contrastes donde el silencio entorna las
islas-paraíso
Y el acto ornamental sostiene las palabras.
Desgarramiento: aquí ando la calzada de la colmena
minado del ser-reloj...
Mundo de contrastes donde el evento presente proyecta
el futuro
Y el martillo clava la idea en el ensoñar que abre la
madrugada.
Desgarramiento: aquí escucho al que predica
crucificando el Alfa...
Mundo de contrastes donde la apetencia y la crueldad
Lanzan alfileres al sol.
Desgarramiento: aquí deshilo el sin sentido…
Mundo de contrastes donde quieren agotar la paradoja
En el sacrificio de tienda sombría.
Y abordo la nave abrazado por la que prepara la
despedida...
Y la memoria quiere recolectar el instante
Borrando la mala época
Y vivir del buen recuerdo
Que le acompaña perro fiel.
El recuerdo: habitante sin suelo...
Conserva la
emoción de la infancia
Empapelada en terciopelo púrpura
Mojado y lúbrico (…).
El poemario está escrito a partir de sentencias y
expresiones recurrentes que, como aguas de río turbulento, con un torrente
abrupto de saltos y rápidos, altibajos, remansos y truculencias rocosas; con
hoyas, torbellinos, sedimentos, algas, pedazos de madera o cuerpos mutilados
que desvían momentáneamente su curso, llevan al poeta a seguir una lógica
desbocada pero totalmente coherente en su lecho conceptual. Es un pensamiento
progresivo aflorando su verdad dentro de un cauce; busca llegar al mar que es
la nada. Como dijera el poeta…Jorge Manrique. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar,
que es el morir”.
Y el lenguaje será el primer instrumento que el poeta
retoma para desbaratar la lógica y conseguir la incongruencia en el cuerpo del
discurso como parodia para indicar el absurdo de la existencia humana. Esto lo
lleva a crear un vocabulario, a veces irónico y satírico, otras veces lo induce
a apartarse del corsé del diccionario y derivar, completar o inventar palabras
que sugieren significaciones totalmente nuevas. Para la muestra leamos las
siguientes: desprofetizadas, desaglomerado, plusvaler, circunvolucionante,
ambipresión, inclaudicante, desaglomeración, insómnico, etcétera. Las imágenes
se desarrollan cual unidades de sentido
que se van cerrando para dar pie a otras nuevas de la misma manera que el
discurrir es difuso pero siempre centrado. Son sus pensamientos de diletante
armado con una palabra que le permite llegar al nivel más alto de la imagen de un ser humano terriblemente
consciente de su abyección como criatura. Y él lo admite en un verso cuando se
describe: Como El ave fénix, que de tanto
subir se quema.
El poeta le imprime unidad a su concepción del universo y a la criatura
humana, en los siguientes versos:
Doy aura al acto del que
interpreta
Y quedo inerte en la brecha de los tiempos-espacios.
¡Mira!
Soy el pequeño ornitorrinco en la piel del planeta,
Y el planeta es el pequeño avestruz en la piel de la estrella;
La estrella es el pequeño furúnculo en la argamasa de la constelación
Y la constelación es el dolor de muelas en la galaxia;
Y la galaxia es el recipiente para la orina de aquello que vomita el
universo
Y aquello que no es asfixiado desde toda la eternidad
Intenta escapar del ser (…).
Es una verdadera pena que la brevedad de este escrito impida adentrarse
en profundidad en el análisis puntual que el
extraordinario y exquisito texto del poeta venezolano Pedro Madrid
exige. Por ahora, los dejo con este abrebocas sobre la poética de esta soberbia
voz que emerge válidamente en la historia de la literatura actual. Palabra de
denuncia, angustia e incertidumbre pero plena de certezas dirigidas hacia un
nuevo despertar de la humanidad. Mientras tanto, el poeta cumple con su misión
y es consciente de su papel en el teatro de la vida cuando afirma: Delincuente o
santo tengo iglesia en todas partes y llevo portal abierto arrebatando joyas a
la locura.