Dos videos de Chenco: Chenco's Matthew 19:5 y Sheer naked Chenco
José Díaz- Díaz
Escritor y Crítico Literario
Nos aprestamos a degustar con ojo complaciente y a la vez necesariamente
crítico, dos videos sobre pinturas
seleccionadas por el mismo maestro
cartagenero Chenco: Chenco's Matthew 19:5 y
Sheer naked Chenco.
El talante temático salta a la vista en el origen de las pinturas
escogidas.
La temática nos puede parecer de entrada, escabrosa, dados los
antecedentes ideológicos de nuestra cultura, aún hoy proclive a tapar y
esconder como reales tabúes ciertos asuntos pictóricos que golpean la esencia
del ser humano como lo son el reconocimiento y aceptación de su sexualidad.
El maestro Chenco (Cartagena, Colombia, 1941) habita entre nosotros los
floridanos, desde hace un poco más de treinta años. Querido por muchos, y
temido por otros, la verdad es que su producción pictórica, de la cual y para la cual vive, es
incomprendida en su vertical profundidad por gran parte del público.
Y es que el furor de su incontenible producción, cambiante y dinámica no
nos da tiempo para una apaciguada valoración pues mientras tratamos de
encasillarlo en una u otra corriente o escuela, el genial pintor salta para
otra o inventa una mixtura de todas las anteriores.
Mientras su técnica es un collage
migrante sobre tela, lienzo o madera, el trasfondo conceptual y de mensaje, se
mantiene en todos los estilos, formas y lenguaje pictórico que lo
caracterizan a través de los años. Quizás por ello, muchos de sus cuadros van
acompañados de una leyenda (en español, latín, sánscrito o inglés), así sea propia o tomada de
algún clásico. Se acomoda muy bien con pasajes bíblicos pues sabe,
socarronamente, que religión y erotismo son hermanas gemelas que se
complementan y se explican. De ahí por qué el Matthew 19:5.
Y aquí entra la parte substancial del asunto. Los dos videos que ahora
comenzamos a ver, independientemente de que las pinturas las sintamos como naif
o primitivistas; figurativas, abstractas o surrealistas; lo que les da peso
específico es el concepto que soportan. La iniciación a la vida, el Ego y la
máscara. Cada concepto encarna un mar de literatura. La vida por la cópula
carnal. El ego y la individualidad (ojo con el ego mientras que que la individualidad puede ser una señal inequívoca
de que existimos), y de la máscara ni hablar. El mundo es un teatro. Somos
actores de muchas caretas.
El tema recurrente y obsesivo de las pinturas de Chenco salta a la vista:
la sexualidad humana, la pareja indisoluble, la vagina como bisagra a la eternidad
y el falo que mana leche para la sobrevivencia de la humanidad. “Parirás con
dolor”, “Eres polvo y en polvo te convertirás”. ¿Le queda muy difícil a nuestra
sociedad pacata y medrosa entender, comprender y aceptar esa verdad? Pues
Chenco se encarga de restregarnos hasta la saciedad esa esencia de a puño con
sus muñecos inofensivos pero que exacerban ese miedo cerval que le tenemos a
aceptar nuestra condición de ser para la muerte.
¿Autofagia visceral y
escatológica?
Chenco es un filósofo agazapado en el color de sus pinturas con fondos
de mariposas y flores desperdigadas en los balcones de sus fascinantes espacios
pictóricos.
Las pinturas de Chenco me
recuerdan los dibujos de las primitivas cuevas de Lascaux. Me siembra en la
inmensa simbología de la pintura de Gustave Courbet: El origen del mundo (vagina como herida que mira y nombra, dirían los poetas) y de la
ilustración que realizara el maestro surrealista
Andre Masson para el libro Las
lágrimas de Eros de Georges Bataille.
En el video Sheer naked Chenco,
el asunto se pone un poco bíblico y muy propio de nuestra cultura posmoderna:
Biblia y Freud con su Eros y Thanatos; erotismo y la pulsión de la muerte con
Georges Bataille; y en el fondo de todo, el ojo que mira, la lupa de Chenco que
escudriña la esencia de todo lo humano con visceral e infantil inocencia. Ese
efecto del voyeur que por arte de
magia le da vida a todo lo que ve. Y existimos porque vemos y somos mirados. Aquí
el maestro colombiano nos agrede con todas las armas de su taller de pintura:
nos golpea con su magnificente hilaridad al meter el dedo en la llaga; también
con su humor ácido y corrosivo y baila cual poseso enloquecido sobre nuestra
doble moral burguesa, sobre la ética escolástica; danza con una estética
libertina que espanta a más de un curioso bisoño e inculto.
Pero el tema no es nada nuevo, más bien es un tema recurrente. Los
dibujos y figuras del Kamasutra no espantan a nadie. Sin embargo, lo que asusta
es el símbolo que hay detrás de esa pose o mejor, posición. Cuando Chenco pinta
fluidos humanos, cuando la sangre y el semen inundan sus maderas que resuman
sudores y excreciones tan animales como humanas, entonces el pánico pareciera
apropiarse de nuestras conciencias que no soportan la exposición de nuestro
subconciente en un lienzo. Y lo que debería ser captado como sagrado lo asumimos como obsceno.
Todavía no tenemos licencia para ser licenciosos Es decir, Licencia para vernos
tal como somos. De ahí la perturbación o turbación que algunas de sus pinturas
producen. Puesto que no están diseñadas solo para la contemplación y la
recreación visual «el Chenco diabólico» ensarta con su tridente (que es su paleta)
al timorato espectador incapaz de soportar que se le enrostre con los hilos invisibles
de su divina estructura esencial y sexual sobre la cual está construido. Chenco bebe en las aguas surrealistas de Andre Breton y abraza la estética daliniana.
Por todo esto, el potencial desacralizador de estas pinturas que se ven
en los dos videos, se refuerzan con la energía pictórica transgresora que las
pinturas de Chenco imprimen en la pupila de quien las observa.
La técnica y la forma; el lenguaje pictórico y el pensamiento liberador
de los mensajes de sus cuadros nos
indican que estamos ante la presencia de un artista profundamente innovador.
Nos indica también que estamos ante la presencia de un humanista prestado al
color quien con su simbolismo de intelectual posmoderno no solo destapa la
llaga escondida de una sociedad mojigata e hipócrita que huye de su esencia, sino
que además busca liberar a sus contemporáneos de la gazmoñería aún vigente y de
los interdictos que siguen clavados en su triste y apocado espíritu.