La adoración
del cordero místico de los hermanos Hubert y Jan Van Eyck, génesis del cuento Rapto, de Luz E. Macías
Muchas
y distintas son las canteras desde donde puede tomar cuerpo un cuento a punto
de escribirse. Extrañas visiones y sueños o pesadillas, estados delirantes;
ensoñaciones y obnubilaciones y demás estados alterados hacen parte de las
génesis señaladas como inicio inmediato de una narración.
Sea
como fuere, el momento de la inspiración— que es el gatillo que dispara la
forma y el contenido de la nueva criatura pronta a nacer— se emplaza dentro de
un sinfín de conectores en donde ideas y fantasías, deseos y aspiraciones
fallidas; intenciones puntuales y eventuales reminiscencias ahogadas por la
fuerza amurallada del inconsciente, brotan airosas y triunfantes en la punta de
la pluma del cuentista. Entonces, como un hermoso neonato en las manos
alborozadas de una matrona al coronar un
parto, deviene el relato completo, inédito y virginal listo para ser
leído.
Así,
el texto de un cuento adquiere vida formal y silencioso, sin más intención que
la de herir, justamente con su dulce
veneno, esa zona permeable donde el lector todavía es proclive a caer en la
trampa de la seducción y el asombro.
He
aquí la copia de la pieza literaria que hace parte de la Antología 2016 de la
Caverna, escuela de escritura creativa, coeditado por José Díaz Díaz y María
Gabriela Madrid.
Luz E. Macías
Rapto
Me han redescubierto
hace poco. He vuelto a la fama; la popularidad llegó en el momento en que un
director de cine quiso ponerme de nuevo en la palestra y narrar el hurto más valioso
de la historia del siglo XX. Mi secuestro o robo llamémoslo así ha convocado a todo curioso
del mundo para que venga a visitarme. Cierto será porque ahora veo llegar
centenares de rostros de diferentes colores, rasgos físicos diversos y lenguas
que pasean a mi alrededor, ostentan placer al mirar, se toman fotos a
escondidas. He descubierto que también me filman como el Viejo Callejas, que
posó en diferentes ángulos mientras alguien tomaba las fotos a hurtadillas.
¿Cómo puedo evitar esto?
Siempre he querido estar
en bajo perfil, para no correr riesgos después de esa odisea de ser
raptado. Yo no causé guerras entre pueblos como Elena conllevó a la desaparición de Troya. La guerra ya estaba.
Estuve secuestrado durante mucho tiempo por gente inescrupulosa que no querían
compartirme. Me querían para su deleite
y narcisismo; sólo mirarme, devorarme con ojos semidormidos, exhalar alivio,
palparme a solas en silencio. Cuando sentían pasos o voces cerca inmediatamente
me encerraban; quedaba a oscuras confinado a un espacio muy reducido. Mi escondite era un estuche de madera parecido a un armario de
20 centímetros de ancho por 3 metros y 60 centímetros de alto, y 4 metros y 60 centímetros de largo. Digo,
siempre tuve mucha luz a mis espaldas dando un realce de magnificencia y
poderío. El robo como todos los que
acontecen en este mundo se da por el egocentrismo de un hombre que vive en
éxtasis constante alucinado por mi belleza
y el poder placentero
de tener al otro sometido.
No tienen sensibilidad. Yo por ejemplo lo
embriagaba por mis colores, por ser una pieza bien cotizada, porque retaba al
mundo a mi búsqueda. Los noticieros, la tv me nombraban todos los días. No
había medio de información diaria que no hablaran de mí para regocijo del
raptor. Era reconocida como la más valiosa joya
que se ha concebido en el mundo nórtico. Cierto será porque ahora veo
que me han colocado en un espacio luminoso, alto, inalcanzable al visitante,
cupo limitado. Las cámaras vigilan las 24 horas, hay seguridad al cruzar el
umbral, alarmas que al menor movimiento alertan a los guardias. Costo de
entrada para visitarme, lenguas que
susurran, exclaman, silencio, respeto,
veneración. Llegan de todos los confines del mundo, rostros de
rasgos achinados, idiomas
extraños se conjugan en este recinto. Me molesta como la luz atraviesa mi
espacio como también en el lugar en que me ubicaron para complacencia de otros;
no me deja ni siquiera respirar. Me tengo que quejar y lo digo no con el
beneplácito de regodearme en un lamento. Antes mi secuestrador me tenía para
sí. Observado por horas por todos lados,
me repugnaba su vista cayendo a latigazos sobre estos colores vibrantes. Me
sentía impúdico, violado por esos malignos ojos que no cesaban en su codicia de
merodearme.
Claro que como dije
antes pasé vicisitudes en el pasado de mi prematura
adolescencia. Me habían concebido con un objetivo único, vivir en un lugar de
paz, alrededor los cantos gregorianos, también órganos que daban resoplidos
armoniosos, cuyas teclas balanceaban mis corporales miembros en el espacio. Fui
desafortunado; al comienzo uno de mis gestores muere, prosiguiendo su hermano a
terminar de elaborar la obra maestra. No está claro, cosa que no puedo
confirmar si muchas manos creadoras finalizaron esta gran pieza; se me llamó
Políptico acompañado del nombre del
pueblo que me vio nacer. De todas maneras no he perdido nada porque tan
bueno era mi padre creador como su hermano. No abandonó a su sobrino a su
merced, al contrario lo fue pincelando con sus trazos de óleo hasta quedar
completas las doce partes que conforman el Políptico. En el comienzo, terminada
la obra maestra, todos los miembros de mi cuerpo eran protegidos, sólo enseñaba
las primeras tablas centrales de colores sobrios, en tiempos festivos se abrían todos mis
paneles para embrujo de muchos, ya que en ella se conjugan los colores
vibrantes de su interior. El paganismo y el cristianismo juntos conectados por
las Sibilas acompañadas por los mitos del norte complementan mi escenografía.
Virgilio hace honra a la sibila de Cumas en la cuarta égloga quien aparece en
uno de mis retablos. También, se descubrió un cuarteto rimado dando
reconocimiento al primer progenitor ya muerto, aunque el segundo tan bueno como
su antecesor reza en el retablo cerrado. Me han cantado odas, de mi han hecho
películas, pero aquí no acaba la historia. Mi primer rapto o protección sucedió
en el siglo XVI. Fue mi primer desgarre hemorragial al desmembrarme a tabla
suelta me escondieron para no morir en la hoguera. Escapé a la furia de esas fogatas en las que desaparecieron muchos iconos de arte sacro como también sobreviví al
último atentado perpetuado en la última guerra del siglo pasado encerrado en
una mina que iban a explotar. Sobreviví. Me rescataron. No estaba intacto
porque en el año 1781 el emperador José II de Hamburgo había ordenado remover
el retablo de Adán y Eva no permitiendo el desnudo naturalista contrario al
desnudo clasicista. Se reemplazó por reproducciones de Adán y Eva vestidos y en
1794 se desmontaron las cuatro tablas centrales las cuales fueron enviadas al
Louvre por orden de Napoleón. Las laterales fueron vendidas muchas veces hasta
llegar a Alemania. El tratado de Versalles obligó a éstos a devolver las tablas
laterales a su ciudad de origen en el año 1934.
Gracias al rey Luis XVIII las 4 tablas centrales fueron regresadas a la
ciudad que me vio nacer, Gante, y en agradecimiento a ella. El retablo de los
jueces justos sigue desaparecido en el último robo; hay una copia mustia que me
acompaña; pincelada de un pintor flamenco queriendo restituir el sufrimiento
que llevo de perder una arteria, como un órgano es reemplazado por otro.
‘La adoración del cordero místico’ de
los hermanos Van Eyck es una de las obras de arte más importantes. Su increíble
historia.
‘La adoración del cordero místico’
completa. Fue devuelta a su lugar de origen este mes. En septiembre de 2012, la Catedral de San Bavón, en Gante, Bélgica, estuvo
cerrada al público. El día 12 los vecinos vieron varios automóviles y
motocicletas de la policía. Sintieron inquietud: el tesoro mayor del lugar, La adoración del cordero místico, el retablo que data de 1432, había sido
robado varias veces durante su larga historia. Uno de sus 12 paneles, por
ejemplo, nunca fue recuperado; lo reemplaza una copia.
¿Se habrían llevado otra vez la pieza
decorativa del altar, considerada "la obra maestra más codiciada del
mundo"?
Sí, se la habían llevado. Pero no los
ladrones: los restauradores la trasladaron al Museo de
Bellas Artes para
trabajar en ella. Y este mes de diciembre de
2016 la devolvieron exactamente como la dejó Jan van Eyck el
día en que terminó la labor iniciada por su hermano, otro maestro flamenco, Hubert van Eyck: gracias a una nueva técnica de
escaneo, los expertos pudieron quitarle todas las capas de óleos y barnices
agregadas y limpiar su marco, cuya leyenda fue objeto de misterio durante
siglos. Hoy la obra
brilla —literalmente— como recobrada en el tiempo.
Telarañas alrededor de la cabeza de una de
las figuras; un rostro todavía no identificado en el aire; vello facial, pieles
de otros colores: una serie de descubrimientos echaron luz sobre la historia
del retablo que se mantiene, todavía, bastante elusiva.
Los restauradores trabajaron durante
cuatro años en la monumental obra que sobrevivió a guerras, nazis y robos.
Se estableció, por ejemplo, que la obra no
se pintó a lo largo de una década, sino entre 1426 y 1432: varios soportes de
madera provienen de aquél, exacto árbol, según las técnicas de dendrocronología
(la ciencia que da cuenta de la datación según los anillos de crecimiento).
Difícilmente ese material básico, sobre el que trabajaban los pintores, durase
tanto tiempo en el taller que Jan heredó de Hubert a
la muerte del hermano mayor, el mismo año en que comenzó la composición de La adoración del cordero místico.
La restauración del marco original, que
había sido pintado con hojas de plata para crear la ilusión de que estaba hecho
en piedra, permitió conocer más sobre la historia de los artistas. Una
inscripción había quedado tapada por las capas de pintura oscura con que se
había cubierto el marco: se la encontró durante una restauración en 1823, y el
mundo del arte se dividió entre los que la creían original y los que la creían
una falsificación agregada en el siglo XVI. Era una cuarteta en rima que nombraba
a los mecenas de la obra (Jodocus Vyd y
su esposa, Lysbeth
Borluut), ponía
la fecha de finalización y decía que los autores habían sido Hubert van Eyck "del cual no
existe mejor" y Jan, su "segundo en el
arte".
Pero en el siglo XIX Jan van Eyck no
era un segundón, sino un artista reconocido; en cambio, no se conocía a Hubert, un
maestro perdido si realmente era el autor de la que se consideraba "la pintura
más influyente de todos los tiempos".
"Nuestra restauración confirmó que
la inscripción es original", dijo Bart Devolder al
diario británico The Guardian.
Eso hizo del retablo la primera obra realmente atribuible a Hubert van Eyck y
también una manifestación de amor fraternal: al establecer esas categorías que
ensalzan a su hermano, Jan van Eyck fue quizá menos humilde que afectuoso.
Qué reveló la restauración
Ahora que el marco tiene una suerte de
resplandor porque en algunas partes sobrevivieron, sobre las hojas de plata,
glaseados transparentes, la obra en su conjunto gana una especie de efecto
tridimensional, según Devolder.
Entre los elementos que la dotaron de fama
se destacan el uso del óleo en gran escala —fue de las primeras obras hechas
con este material, cuando predominaba la pintura basada en huevo— y en la
riqueza de la composición "por la atención profunda que brinda tanto a la belleza terrena
como a la divina", explicó The New York Times en
su nota sobre los cuatro años de restauración del políptico de Gante.
El panel central, cuyo nombre se ha
extendido a la obra entera, La adoración
del cordero místico, muestra la liturgia del cordero, que
representa a Jesucristo, sacrificado sobre el altar, cuya sangre se vierte en
un grial. El resto de los paneles muestran numerosas figuras en un paisaje de
un simbolismo religioso inagotable.
Cristo en majestad, rodeado de la Virgen María y Juan el Bautista; un coro de ángeles; Adán y Eva; Caín y Abel; peregrinos
de todos los caminos de la vida que adoran al cordero místico: todas esas
figuras, con detalles asombrosos como el vello facial de los personajes o los
reflejos en el ojo de un caballo, se ven cuando la pieza está abierta sobre el
altar de la catedral.
Cuando el retablo está cerrado —antes sólo
se lo abría y se lo mostraba en fechas de fiestas—, muestra en los paneles
superiores a las sibilas de Cubas y Eritrea y a los profetas Zacarías y Miqueas: en
la Edad Media se les atribuía a los cuatro la
predicción de la llegada del Mesías.
En el segundo nivel, los paneles
representan la Anunciación, el episodio en el cual el arcángel Gabriel le
anuncia a la Virgen María que será la madre de la divinidad. En
la base, los paneles laterales muestran a los mecenas en posición de rezo, y
dos esculturas de San Juan
Bautista y San Juan Evangelista en los dos centrales.
Una historia de crímenes y tecnología
El trabajo consagratorio de los hermanos Van Eyck conoció
muchos peligros antes de los rayos X y la eliminación de capas de pintura.
Lo robaron durante tres guerras distintas: las napoleónicas, la Primera y la Segunda Guerras Mundiales.
Los nazis lo guardaron en una mina de sal y por poco un oficial renegado de las SS lo
voló en mil pedazos. Ya había estado al borde de la destrucción, en el siglo
XVI, a manos de los iconoclastas. Se lo vendió ilegalmente y sufrió numerosas
falsificaciones. En 1934 uno de sus doce paneles (el inferior de la izquierda
cuando el retablo está abierto, "Los jueces justos") fue robado sin que se
haya encontrado una pista desde entonces.
La fragilidad de la obra hizo que durante
mucho tiempo los restauradores no pudieran remover las capas agregadas. Una
nueva tecnología les brindó el permiso de realizar la tarea arriesgada: la
técnica de escaneo llamada Macroanálisis
de Fluorescencia de Rayos X (MA-XRF).
¿En qué consiste la novedad? Primero se
bombardea una pintura con ondas electromagnéticas de alta frecuencia, para que
los átomos emitan sus propias ondas electromagnéticas. Luego un escáner copia
el trazado de esas segundas ondas, y un análisis de elementos complejos permite
identificar átomo por átomo y su lugar en la superficie pintada. Así los
científicos pueden reconstruir las diversas imágenes subyacentes.
El MA-XRF se había utilizado ya sobre los Girasoles de Vincent van Gogh, Los síndicos de los pañeros de Rembrandt y El grito de Edvard Munch, además
de varios óleos de otros primitivos flamencos como Jan van Eyck. Pero "nunca antes
se había escaneado una superficie tan amplia", dijo a The New York Times Geert van der
Snickt, un especialista de la Universidad
de Antwoer que
contribuyó con el desarrollo del método.
A un costo de 1,3 millones de euros, se
pudo confirmar lo que creían los historiadores del arte: que debajo de una
serie de capas agregadas había una obra mucho más espectacular. Y desde este
mes está en la Catedral de
San Bavón, restaurada a su esplendor original de casi seis
siglos atrás.
https://video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-adk-adk_sbnt&hsimp=yhs-adk_sbnt&hspart=adk&p=La+adoracion+del+cordero+pascual+de+van+Eyck#id=1&vid=1e2bf5bb1d9d1d457672a462c828d490&action=click
3 comentarios:
Me encantó la la manera como la escritora se posesiona de la pintura.
Mercedes Docal dijo: Se debe uno dejar seducir por una pintura para darle vida en una narración. Felicitaciones Luz.
Sonia Acosta
29 de diciembre a las 14:31
Luz es buena escritora, tenemos que comprar su libro y presentarlo en ACA.
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