Sollozos de
mujer enamorada, poemas de Sandra Rosa Cabrera Ortiz
La Fundación La Caverna
invita a leer la selección de poemas de la joven poeta Sandra Rosa Cabrera
Ortiz, tomados de su libro inédito: El
planctus de una mujer vestida de nostalgia.
Imágenes frescas, sorprendentes y llenas
de ímpetu existencial anuncian el cuerpo erótico de una escritura prometedora.
El cultivo de una voz hibernada largamente en el dolor de la pérdida, es
garantía de una poesía mayor. Porque sigas creciendo, Sandra Rosa.
José Díaz- Díaz
Sin
máscaras
Descubierta allí sin el ropaje de
vitrales
Recibí el beso desnudo de raíces
genealógicas
Me tocaste… te toqué sin el miedo
al sol.
El agua descascaraba cada sitio
deshabitado
Y nos llenábamos de la lejana
ciudad.
Entre risas y caricias comentábamos
sueños citadinos
Besábamos cada gota escurrida y así
me ahogabas.
Después cada orgasmo en lo más
íntimo nos llegaba,
Seguido la profunda relajación de
un mundo aspirado
Y tú allí mirándome como el ave
cansada,
Yo deliraba entre gritos de mi
profunda guerra.
Como soldado sin pose estaba
acostada a tu lado
Y como el beso clandestino tus ojos
brillaban,
No sé cuánto tiempo estuve sin
rostro
Poco recuerdo de tus máscaras… aún
te siento aquí….
jugamos al amor,
besamos sin frenos,
y ahora ¿dónde estás?
La ciudad tiene un ruido
insoportable,
Paredes lloran por tanta soledad,
por tanto nadar.
Hay calles que han olvidado su
dirección,
El mar no tiene olas, el muro ha
caído al suelo
Y yo camino sin parar recordando
cada instante a tu lado.
Como un animal sin instintos,
al igual que el loco que tiene
cordura
así estoy yo padeciendo la ruptura
de esta realidad
y le pregunto a la santa mímica :
… ¿donde estás?
Otra nada…
En los vacíos de esta nada me
pierdo,
buscándote a ti: inconsolable y
desnuda,
mientras mi camino se funde en
acero
y mi alma no da paso a esta lágrima
mía.
Sin reparos en el mañana incierto
se pierde un alma que nunca me
pertenecía,
era el viento o la roca que ostento
no recuerdo que pétalo perdía.
He besado tanta tierra humedecida,
por ajenos lagos que no suceden
eternos,
me he colmado tanto de otoños que
han muerto,
que incluso he muerto yo sin ningún
recuerdo.
En aquel tiempo he vaciado mi alma,
ya no tengo cielos…
he abandonado la roca que era mía,
solo siento el fugaz instante de
existir
esta vida acuesta que me hurta cada
céntimo,
la cumbre de mis deseos donde he
visto mi morir.
No
te has ido
Cuando entonces morías por mí,
Yo transitaba entre las palabras de
muchedumbre
Soñaba con que morirías hasta la
fatiga
Y yo te amaría desde la ventaja
De las noches en silencio que me
regalabas.
Hoy que ya no vives ni mueres,
Solo lejos levitas, mi corazón ya
no te busca
Solo se inventa raíces en tus pupilas,
Pregunta cuando en mi umbral
renacerás,
En estos días en los que ya no me
sonríes
Solo rezo para que el olvido me
haga tan suya
Como una noche de enero lo hiciste
tú.
Eres un pensamiento enfermizo,
Una noche que siempre está de
regreso
En esta alma condenada al cauce de
tu recuerdo.
(Sin
Nombre IV)
Eran dragones de invierno,
Que se asomaban por mi desconocida ventana
Y yo aquí sin una fe de nada
preciso,
De estas mentiras que se nos quedan
clavadas.
Era el sexo inoportuno de nuestro
encuentro,
El que habitaba en estas tristes
esperanzas
Que en las sábanas de suaves
helechos,
Tu piel acariciaba y me encontraba.
No inundemos de recuerdo estas
letras
Ni miremos el verano que se asoma
en esta tarde
Es que yo a ciencia cierta
No soy más que una poeta
muerta.
Planctus y
olvido
Ya no te recuerdo como ayer
Has viajado en tu sombra,
Plantándome un adiós sin simpatía,
Navegando en el perturbado
encuentro.
Del ayer que has olvidado borrar
Siembras el orgasmo desenterrado,
Silencioso y angustioso despertar.
Ya no te recuerdo como ayer,
Me has dejado un planctus en el tímpano,
Camino y me extingo: ya no soy,
Ya no vengo del ausente momento,
Soy el pez/ el viento / el tiempo.
Atmósferas
Entre el mar y el humo,
La atmósfera me quema los párpados,
Tu olvido y su vapor,
Tu espalda y mi espasmo.
Es que se me olvidó borrarte,
La atrapé sin querer liberarte,
Huí hacia la muerte de tu alma,
Marchita escencia de una mujer
Absurda manera de amar entre la
nada.
Ella venía y yo te añoraba,
Tú te marchabas y ella me
ventilaba,
No me dormía, no me agotaba.
Moría entre las estrellas
lentamente,
Levitaba en tu ventana y huía a su
mecedora,
Vivo en un vaivén de incertidumbres
y colecciones,
En el marco de una puerta rota,
En
el hierro de un pasado que no escampa,
Bebo del dolor que me acompaña,
Del camino que termina cuando
comienza
Nazco en su vientre, muero en ti
mil veces una.
No es duda, ni pesar, no es miedo,
Es la muerte que vive en mí,
Es el beso que se fue al verte
partir,
Fue el sueño que nació después de
ti.
Amarte...
Todo el dolor del mundo me cabe en
el pecho
Y la ira oscurece mis ojos,
aniquila mi mirada.
Es el tibio beso q hoy te guardas
Que me arrebata la cordura,
Y en el destiempo me desata,
Es la espesa nube que niegas.
El amarte hasta la herida,
Me convierte en hueso áspero y
viejo,
Vivir siendo fuente y no olvido,
Este amarte sin más,
este irte durmiendo a mi lado,
Me envuelve en el miedo inoportuno
De la palabra imperfecta,
del perdón de después.
El tenerte perdiendo el rumbo,
La vida que se escurre entre tus
piernas,
La lagrima que nada entre el humo,
La razón que poseo sin tristezas,
El todo que en tu desnudes te
guardas,
Sandra Rosa Cabrera
González, nacida el 31 de agosto de 1989 en La Habana, Cuba. Graduada de
Licenciatura en Estudios Socioculturales en el 2014, realizó un Diplomado y
Maestría en Gestión del Patrimonio Histórico- Documental de la Música. Cursó
dos posgrados en el Colegio San Gerónimo de La Habana y uno de Estética en la
Universidad de La Habana. Dos de sus poemas fueron publicados en la revista
mexicana "CantaLetras" en el año 2013, en la No. 5 y en la No. 7. En la actualidad labora como Especialista en Gestión de
la Actividad Cultural en el Centro Nacional de Escuelas de Arte y en el Museo
Nacional de la Música.
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