José Díaz Díaz reseña
la novela: Dieciséis años para renacer
Con ocasión de la presentación de
la novela de Luz Mery Montes: Dieciséis
años para renacer, editada y publicada por La Caverna, escuela de escritura
creativa, en acto que se llevó a cabo en el Children’s Museum de Boca Raton,
Florida, les comparto el texto de la Reseña literaria que tuve el placer de
leer en dicho evento.
“La buena narrativa
nos sorprende de vez en cuando y desde lugares insospechados, como en este
caso, Luz Mery Montes con su ópera prima: Dieciséis
años para renacer. La novela, que está disponible en Amazon en formato de
papel y digital, fue escrita bajo el paisaje apacible de la pequeña ciudad de
Boynton Beach al norte de Miami en el sur de la Florida.
La colombiana de
origen, oriunda del Valle del cauca, nos sorprende con su secreto bien guardado
de narradora innata, y nos entrega en género de ficción juvenil, una historia
que se aviene perfectamente con lo que en la Crítica literaria se le conoce con
el nombre alemán de Bildungroman o Novela de Formación.
Muchos son los
ejemplos que podríamos citar como clásicos de esta modalidad y que van desde El lazarillo de Tormes de Diego Hurtado
de Mendoza hasta Siddhartha de
Hermann Hesse y desde: Matar un Ruiseñor
de Harper Lee hasta Guardián entre el
centeno de J. D. Salinger. Tendencia muy vigente por cierto, pues no olvidemos que trilogías y series tan
famosas como Star Wars o Harry Potter, caen dentro de esta categoría
cuya esencia descansa en la descripción de aventuras de personajes quienes
desde niños atraviesan por circunstancias especiales de crecimiento hasta
llegar a la adultez y madurez consecuente, no sin antes pasar por experiencias
peligrosamente límites, angustiosas y hasta traumáticas.
De esta misma manera, Dieciséis años para renacer es una
Novela de Formación cuyo argumento, desarrollado dentro de una trama de acción
y suspenso, se nutre de ese bucear
profundo dentro de las terribles cargas emotivas y afectivas que arrastra su
protagonista, la niña Ada. Ella crece en el seno de una familia disfuncional
rodeada de personajes, unos maledicentes y otros bondadosos. Al final, cuando
la cima de la madurez toca su puerta, la conquista de un estado de plenitud
vital florece dejando atrás y para siempre, el dolor, el sufrimiento, y la
incomprensión de un albur que parecía sepultarla en el abismo de la
enajenación.
La historia comienza
cuando Ada, comparte feliz su inocente y alegre vida al lado de sus padres
Leonor y Gabriel, y de sus hermanos
Alberto y Esther. Viven en una granja de su propiedad situada en un pueblito
llamado El Dovio, en la Colombia de fines del siglo veinte, hasta cuando una
noche tras una pelea entre los dos esposos, Leonor al verse amenazada de muerte
saca un cuchillo y presa de una ira
incontenible lo apuñala sin contemplación. En adelante, la nueva casa de la
pobre Ada será la fría cárcel del pueblo donde es internada con su madre y
hermana para pagar por el crimen cometido.
Así pues, bajo las
descripciones nutridas de una escenografía y atmósfera de frescura virgiliana,
abundante en cuadros pintorescos de paisajes campesinos, esencias de árboles frondosos, de frutales
henchidos de carnoso alimento, de riachuelos sonoros y música del viento, la
pluma de Luz Mery Montes nos transporta—por la magia de la literatura y quizás
por el dolor del desarraigo producido por sus condiciones de escritora
inmigrante— a un paraíso vegetal paradójicamente herido por la conducta adulta
de unos padres que enredados en sus conflictos personales atropellan en su
delirante enfrentamiento la felicidad de una niña inocente. Una de las
descripciones del paisaje dice así (página 339):
Desde la cima de la montaña divisábamos a lo lejos la
inmensidad del Valle del Cauca, con sus cultivos de caña de azúcar y girasoles que
parecían más bien reflejo del astro rey, el sol. El carro comenzó a descender montaña abajo, dando
vueltas hasta que empezamos a divisar desde la distancia un terreno grande, muy
verde y completamente plano. Un largo y caudaloso río, pasaba al lado de la
población. En el camino, nos encontramos con muchos jeeps descapotados que levantaban nubes de polvo de la carretera y
venían repletos de campesinos que agarrados de los marcos y de los bultos de
café se dirigían a poblaciones vecinas para vender el producto
tan apreciado de su trabajo, los granos secos de café listos para trillar y
algunos otros vegetales y aves de corral que finalizarían en las ollas de los
habitantes de la región.

De las técnicas narrativas de estilo que más nos sorprende al leer Dieciséis
años para renacer, además de su facilidad para manejar el tiempo nodulado
por precisos flashbacks, es, por lo
elaborado de su logro, la voz de Ada, la narradora adulta, quien en un rapto de
ensoñación que la transporta a su niñez, desdobla su conciencia y transforma su
voz en la de la niña Ada, la cual al final, con la tierna mirada de su
inocencia natural es quien nos conmueve contándonos con su grito de criatura
abusada, los desmanes de su victimización.
La interiorización de sus inexplicables experiencias nos lo deja saber reflexionando
de la siguiente manera (pág. 341):
Me preguntaba cómo era eso del destino, ¿Quién lo marcaba? ¿Por
qué no todos podíamos ser felices? En ese momento hubiese querido ser un hada
que con su varita mágica borrara todos los trágicos momentos de nuestras vidas
para que todos termináramos felices.
La realidad es que yo no era portadora de esa vara mágica, no la
tenía. Pensaba cómo los seres humanos parecemos marionetas que son manejadas
por manos maestras que nos llevan por la vida para que aprendamos lecciones y
cuando ya las hemos aprendido, esas mismas manos cierran el telón y abren otro escenario
para que pasemos al aprendizaje de la siguiente lección. Lo único que depende de
nosotros, las marionetas, es la actitud y la tenacidad con la que enfrentamos
nuestro destino.
A lo largo de la historia, la autora se las ingenia
para seducir—con legítimos trucos de narradora de oficio— al lector
desprevenido, y ya cautivo, para hacerlo partícipe de las desventuras de esta
infeliz criatura que pareciera nunca va a salir de ese hoyo en el cual se
encuentra atrapada
¿Qué más le
podemos pedir a una buena literatura sino que nos libere de la pesada realidad
cotidiana, sumergiéndonos en un mundo
donde la pureza de la inocencia lucha con decidida valentía sobre el mal que
pareciera tomar ventaja de los débiles? ¿Qué más le podemos pedir al arte sino
que nos ilumine con ráfagas de deslumbramiento para un mínimo solaz espiritual?
Esperemos que el despertar de Luz Mery Montes, en
cuanto escritora signada para penetrar en nuestra conciencia de niños
expectantes de ilusiones, nos invada con nuevos títulos y nuevas historias
porque la vida es larga y pesarosa cuando no se alimenta de ensoñación y
fantasía pero sobre todo cuando estamos a punto de perder la capacidad de
asombro y de señalar las conductas inapropiadas de esta sociedad que pareciera,
a veces, perder el rumbo de su humanidad”.
José Díaz- Díaz
joserdiazdiaz@gmail.com
Instagram: josediaz.diaz