Pandemia y Poesía
José Díaz-Díaz
joserdiazdiaz@gmail.com
Como un
fantasma, recorre en estos días de pandemia universal—disparada por la
presencia letal del COVID-19— el sentimiento general de vulnerabilidad que
agobia y amedrenta a toda la humanidad. Y en esa sensación de poquedad e
impotencia, pareciera aflorar el sentimiento poético como una fuerza redentora.
Es el sentimiento escondido y amordazado de sentir y admitir que somos en
verdad al decir del francés Jean Paul
Sartre “… un ser para la nada, un suspiro entre dos eternidades…”.
A esta hora de nuestro
tiempo, el tiempo de la pandemia y del coronavirus, el poema asume con dolor su
condición de ser para la muerte. Entonces, nuestra poesía no puede ser otra que
aquella que atrapa el desperdicio de la vida; es instante y es vértigo; es
rasgadura vital que intenta hacer canción con las boronas que la plusvalía
espiritual dejó de esa empobrecida totalidad del hombre pleno saqueada por la
colonización de las ideologías y del fanatismo, de la posverdad, el
negacionismo y las fake news.
El ejercicio
del sentimiento poético es el arma de la
cual dispone nuestra «voluntad de poder» para luchar contra la muerte.
La relación
del hombre con la Poesía es definitivamente algo que ha determinado por mucho
tiempo la historia del devenir humano. Lo deduzco cuando los entendidos hablan
de ella y afirman que el hecho poético es anterior al lenguaje, que nace con el
habla misma, es decir, que su presencia es aún anterior a la escritura.
Lo concluyo
cuando acepto que es hermana gemela de
la fantasía, y actúa como la imagen en el espejo, presta a reconocernos. Dicen
que nació en la época de la «infancia de la humanidad» donde el deslumbramiento
y el asombro eran sentimientos a flor de piel. También la acepto como substancia
constitutiva del arte cuando escucho decir que detrás de cada creación
artística verdadera, hay una actitud poética subyacente que la hace brillar
como tal.
Pero ese
engolosinamiento con la ingenuidad de la belleza en todas sus formas pareciera
que se ha degradado en este tiempo de Postmodernidad. De hecho lo que vemos por
todos lados es una actitud proclive a
alejarse de todo lo que huela a una sana recreación metafórica (poética); a
alejarse de esa riqueza existencial que pretenda rechazar el consumismo y la
banalidad, a alejarse de lo elemental y lo lúdico. Es evidente que estamos
atravesando una alienante actitud anti-poética, un empobrecimiento real de la
existencia, en términos de vida, no de posesión de cosas. Una deleznable
postración del hombre ante vacuos valores como el éxito y el regodeo lujurioso
con el poder.
Sin embargo,
la poesía continúa ahora cumpliendo una función de Rescate. El lenguaje
entendido como ejercicio de libertad y no de aniquilamiento, es tomado por los
poetas (los hay, a pesar de todo y contra todo) como ventana que sirve para
respirar más allá de los linderos de los seudo-valores impuestos. El ejercicio
del lenguaje poético, con sus conexiones fantásticas, con sus tropos y vías
alternas de imaginación, con sus símbolos que irrumpen espacios insospechados
de nuevas realidades, con sus comparaciones que violentan el espíritu hacia una
estética de la conmoción y del deslumbramiento; irrumpen mágicas y verdaderas
tras el rescate evidente de los innegociables valores del ser humano,
polisémico en su sentir, enajenable en su infinito poder creativo.
Y es que el
real signo del hombre se expresa íntegro por el don de la poesía, a la cual
todos deberíamos tener acceso y a sentirla viva dentro de nuestro ser.
Atrevernos a vivir en plenitud consistiría en atrevernos a vivir en verso la
miseria de nuestra propia época.
Detalle de una pintura de Chenco Gómez
Tenemos la
certidumbre de que mientras exista el hombre existirá la Poesía, y la pregunta
obligada es entonces: ¿qué clase de hombre habita hoy nuestro tiempo y qué
clase de poesía expresaría su real imagen? El tiempo por el que transcurren
nuestros pasos no es el del Valor sino el del Precio. En consecuencia, si la
poesía no tiene precio, no vale. Y si no es mercancía comercializable, ¿para
qué perder el tiempo en escribirla o en leerla? Lo cual quiere decir que los
poetas están solos, pero que también el hombre en general en su intimidad
siente la sensación de estar vacío,
triste y solo.
De otra
parte, la masificación de la sociedad ha acabado con la exaltación de lo
individual (la unicidad) que en definitiva es la llama de la poesía. Pero como
las expectativas del individuo mueren en los límites de la economía de mercado,
desaparecen las posibilidades de soñar, desaparece el futuro como utopía, como
posibilidad de ser distintos, como posibilidad de hacer historia, ya que la
historia ha muerto en los linderos de las cosas que el mercado ofrece.
Por esto, la
poesía actual debe ser transgresora del gusto de lo bonito e insubstancial, y
rechazar el papel que la envilece y degrada haciéndole el juego a la
romanticonería, al ramillete rocambolesco, al adorno, a la retórica y a la
decoración descriptiva. Va más bien tras la huella, tras el vacío, persiguiendo
esa vacuidad de conciencia y esa trampa absurda en que el tiempo de hoy
pretende enredar la justa trascendencia del hombre común enlodado en el pantano
del consumismo y la banalidad.
Pero no todo
es pesimismo, mientras el hombre exista, existirá la poesía y esta seguirá siendo
la huella o la llaga que no solo muestra el pantano en el que estamos enlodados
sino que es la ventana por donde respira la hermosa esencia real (aunque mancillada)
de nuestro fugaz paso por la vida.
3 comentarios:
Oscar Hernán Correa Victoria Extraordinario el texto de José Díaz-Díaz.
Mariela Zuluaga García De acuerdo Oscar Hernan. Una reflexión que nos ayudará a encontrar rutas poéticas. Saludos
Shely Llanes Muy profundo pensamiento de la realidad que estamos viviendo
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